Suele ocurrir que la física, como disciplina académica, está asociada a las ciencias “duras”, a aquellas que se sustentan en la matemática como herramienta de interpretación de los fenómenos naturales. Esta segmentación lleva a que aquellas personas que no se identifican con la enseñanza matemática de los actuales sistemas educativos les cueste comprenderla y terminen rechazándola. Aunque es interesante recordar que no es la matemática el único medio para entender y explicar la física.
Para intentar investigar por qué sucede este alejamiento, puede ser útil volver al origen del concepto. La palabra física proviene del griego antiguo physis, utilizada por los filósofos presocráticos para denominar a la naturaleza en su conjunto. En el intento de comenzar a explicar los fenómenos naturales, ya no míticamente sino a través de mecanismos lógicos (etapa histórica conocida como el paso del mito al logos), estos filósofos-científicos sembraron las primeras semillas de lo que hoy se entiende globalmente como ciencia.

Estudiando los elementos de la naturaleza, daban explicación a los fenómenos de la existencia y sus causas esenciales. Entendían al universo como un macrocosmos: un gran ser vivo y unitario en constante evolución. No es menos destacable que esta visión del cosmos aparece en numerosas culturas antiguas, por ejemplo, la vemos en concordancia con tradiciones orientales que encontraban en los conjuntos de galaxias, los órganos del universo; en el sistema solar, sus átomos… y así continuaban la analogía hasta llegar a la humanidad. Cada persona estaba ligada al universo y su constitución era un reflejo fractal del mismo.

Platón, sintetizando las enseñanzas anteriores, va a explicar que el ser humano, a su vez, está compuesto de un plano mental en contacto con lo atemporal llamado nous, un cuerpo físico llamado soma y un eslabón emocional que unifica a los dos, conocido como psiqué. Mediante estos vehículos se experimenta con la naturaleza, se adquieren vivencias, mientras se cumple el deber inherente al ser humano de tomar conciencia de la unidad universal y superar la noción egoísta de separatividad.

Para Platón la ciencia tenía sentido si su origen era en el plano de la ideas.
Todo lo que existe tendría su origen en el plano del Ser, llamado Mundo de las Ideas por Platón. Mujeres y hombres debían descubrir las leyes naturales y ponerse en armonía con las mismas, como enseñaban Confucio y Pitágoras, logrando que pensamientos, emociones y acciones estuvieran en coherencia con esas leyes.
El mismo análisis puede ser extrapolado a la sociedad, como un conjunto de individuos conviviendo en armonía. Los rasgos característicos de las culturas y las vertientes del conocimiento humano también se encontrarían vinculados a los principios del cosmos. De esta manera, estudiando la naturaleza, la sociedad y el ser humano como tres esferas concéntricas e interrelacionadas encontraban respuestas a las preguntas esenciales: ¿qué?, ¿por qué? y ¿para qué?
Sabemos que los organismos donde las células no se comportan en armonía, donde cada una busca hacer lo que quiere y no lo mejor para el sistema, se desconectan entre ellas y el cuerpo degenera en cáncer. Esta estrecha unión con todo lo que nos rodea exteriormente y con el propio interior humano, en algún momento de la historia, comenzó a sufrir lo mismo que la célula citada: nos desconectamos de la naturaleza, de las personas que nos rodean y de uno mismo.
Esta concepción egoísta y materialista llevó a vernos como entes separados y a contemplar al universo como algo ajeno a la personalidad. La vida sostenida por estos pilares de barro condujo a sociedades antinaturales, como la que hoy habitamos globalmente. Olvidamos el contacto con lo esencial, nos focalizamos en los efectos y perdimos de vista las causas. Como consecuencia, la ciencia se va especializando y ramificando cada vez más, sin saber de qué tronco proviene y mucho menos dónde residen sus raíces.
Nos convertimos en excelsos analistas, pero disminuidos en la capacidad de síntesis, perdimos la unión. De los planos que componen la existencia, solo el material sobrevivió. La física se volvió un juego silogístico de experimentos materiales explicados a través de simbologías matemáticas, muy estéticas en su forma, pero solo cáscaras del concepto original del número. Como las explicaciones así alcanzadas no logran satisfacer las profundas necesidades humanas y no alcanzan para alimentar el instinto de eternidad, complejizamos las cosas y solo un reducido grupo de personas puede acercarse.

Volviendo a la pregunta que dio vida al artículo, nos cuesta comprender la física porque desconocemos que la física es la naturaleza, que nosotros somos la naturaleza y no entidades extirpadas de la misma. Nos cuesta entenderla porque solo buscamos en su faceta más externa, en lo físico y en lo material, y no en las causas atemporales de todo lo que se transforma.

«Un misionero medieval cuenta que había encontrado el lugar en el que el cielo y la tierra se encontraban»
En la medida que podamos superar el egoísmo, alcanzar la armonía entre los planos que nos constituyen y recordar cómo mirar con los ojos interiores, esos que penetran en lo invisible para buscar la esencia, vamos a poder comprender la física. Pero también vamos a poder comprender la ciencia en general, la política, la economía, el arte, la religión y me atrevo a decir que, de la mano, van a venir respuestas al qué, al por qué y al para qué de la existencia universal.
Franco P. Soffietti