Etimologías: Rumbo, dirección y sentido

La palabra rumbo está relacionada con el latín “rhombus” y el griego “rhombos”. En un primer momento, este término se vinculó con objetos esféricos u oblongos capaces de girar sobre un eje propio. Luego fue utilizado para nombrar objetos mágicos que permitían adivinar qué dirección debía tomarse. Encontrar el rumbo significaba descubrir cómo alinearse, a través de un movimiento circular, con una trayectoria clara y definida. Esta palabra tomó relevancia entre los marinos en sus viajes atravesando las grandes aguas; el rumbo era buscado con instrumentos de navegación como los sextantes y las brújulas. Hoy el rumbo se fija tomando al norte como referencia y nos permite posicionarnos en una dirección determinada.

La palabra dirección está relacionada con dirigir y proviene del latín “dirigere” que significa enderezar, alinear, ordenar. Está compuesta por el prefijo di- que refiere a divergencia o multiplicidad y regere = seguir lo recto. Dirección, entonces, puede interpretarse como la trayectoria hacia lo recto que se encuentra más allá de los múltiples caminos posibles.

Y para la palabra sentido podemos encontrar dos orígenes. Uno de ellos en la raíz indoeuropea sent– cuyo significado se relaciona con tomar una dirección; hoy en inglés significa “lo enviado”. El otro origen proviene del latín «sentire«, cuyo significado estuvo asociado con las sensaciones que el ser humano puede captar. Mientras el “sensus” se relacionaba con el sentido común, con aprender a captar intuitivamente aquello “enviado” por las sensaciones.

¿Será que cada individuo puede fijar un rumbo cuando sabe hacia dónde se dirige y podemos conocer la dirección co-recta cuando logramos escuchar a la intuición y seguir el sentido común?

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