Introducción
El Enuma Elish, o también llamado Poema de la Creación, es la base de toda la Religión y Mitología Mesopotámica.
Enuma Elish, en acadio, significaría: «cuando en lo alto…» y estas son las dos primeras palabras del poema que contiene cerca de 1100 versos. Está escrito en siete tablillas de barro cocido, en lengua acadia y en carácter cuneiforme. Su texto ha podido ser reconstruido casi totalmente gracias a unos sesenta fragmentos de tablillas encontradas.

Muchas copias de este poema se hallaban en los archivos de las ciudades más importantes de los antiguos reinos de Asiria y de Babilonia, particularmente en la famosa Biblioteca de Asurbanipal (668 – 627 a.C.) de Nínive, la mayor y más antigua de tiempos remotos. Si bien los restos más antiguos encontrados serían del 1200 a.C., hay quienes datan al poema en los siglos XVII y XVIII a.C. Más allá de la antigüedad de las tablillas, el Enuma Elish ya existía desde mucho antes y se recitaba de forma oral, pasando de generación en generación. Justamente al ser un poema y tener su lenguaje una forma musical, es más fácil de recordar y, por ende, de transmitir sin que se pierda ni se modifique, a lo largo del tiempo.
El poema de la “Creación del Mundo” era tan importante para Babilonia, que se recitaba en la principal fiesta de esta civilización: el Año Nuevo o Akitu. Esta se celebraba en primavera, comenzando en marzo y terminando en abril, luego de 12 días de duración. Esta festividad tenía como intención abolir el tiempo transcurrido, restaurar el caos primordial y repetir el acto cosmogónico durante el cual el rey cumplía la función de renovador del Cosmos. Con esta celebración se renovaban las energías, retrotrayéndose al tiempo primordial de los comienzos. En esta ocasión, el rey también anunciaba el calendario del año y los auspicios.
¿Qué cuenta este antiguo poema?
El texto narra fundamentalmente dos aspectos cruciales de la vida: la victoria del Orden sobre el Caos y el proceso de la creación y organización del mundo. El Poema responde (de manera simbólica) a las preguntas sobre la generación del mundo; así como la victoria de un dios menor (Marduk) sobre sus antecesores, hasta la manifestación del ser humano.

Tablilla 1: La creación de los dioses
«Cuando arriba los cielos no habían sido nombrados (y) la tierra firme abajo no había sido llamada con nombre; (y) nada sino el Apsu primordial, su progenitor, (y) Mummu —Tiamat, la que los dio a luz a todos, sus aguas, como un solo cuerpo, confundían; (y) los desechos del junco no se habían hacinado, el carrizal no había aparecido; cuando cualesquiera de los dioses no habían sido traídos al ser ni llamados con nombre, no destinados sus destinos entonces sucedió que los dioses fueron formados en el seno de ellas.»
Este relato comienza en un “tiempo” previo a la manifestación del universo, cuando todo estaba en potencia. Simbólicamente, no tener nombre es no haberse manifestado aún. Al igual que en otros mitos cosmogónicos, antes de que nada exista, la deidad absoluta reside en el seno de las aguas primordiales. Las aguas simbolizan la suma universal de las virtualidades, son el depósito de todas las posibilidades de existencia; preceden a toda forma y soportan toda creación. A partir de un movimiento inicial surgen las primeras objetivaciones.
Antes del Espacio y del Tiempo (y de la generación de dioses) solo estaban Apsu y Tiamat, el agua dulce y el agua salada, respectivamente, representando el concepto del Abismo, las Aguas Primordiales o del Caos inicial. De la mezcla de sus aguas son engendradas otras parejas divinas: Lakhmu y Lakhamu, que a su vez dieron nacimiento a una tercera pareja, Ansahr y Kishar cuyos nombres en sumerio significan «totalidad de los elementos superiores» y «totalidad de los elementos inferiores». Pasa el tiempo, y de la unión de estas dos «totalidades» complementarias nace el dios del cielo, Anu, que a su vez engrendra a Nudimmud (Ea) el de vasta inteligencia, y demás divinidades: los Igigi y los Anunnaki.
“Lahmu y Lahamu fueron producidos, con nombre fueron llamados (…). Luego de que crecieron en estatura y en edad, Anshar y Kishar fueron formados, que sobrepasaron a los otros. Hicieron largos los días, añadírosles los años. Anu fue su hijo, par de sus padres; sí, Anu, primogénito de Anshar, fue su igual. Anu engendró a su imagen a Nudimmud”
En estas citas, el Enuma Elish hace referencia al proceso creativo. El crecimiento simbólico de estas deidades representa la potencia que se convierte en acto; aquello que era, pero no existía, ahora comienza a existir.

Luego de la generación de las primeras parejas de dioses, al igual que en otras religiones antiguas, observamos diversos intentos de destrucción de la creación. En este poema, es Apsu quien perturbado por el comportamiento “ruidoso” y “potente” de los dioses, y al ver su tranquilidad perturbada, le dice a Tiamat que destruya a sus descendientes:
“Destruiré, arruinaré sus modos. Que la tranquilidad sea restaurada. Que durmamos”.
Tablilla 2: La cólera de Tiamat
En esta tablilla ocurre que Ea, hijo de Anu y creador posterior de los humanos, al enterarse del deseo de Apsu, mediante conjuros mágicos hace que Apsu se hunda en un profundo sueño, le arrebata «su resplandor y de él se reviste«, y después de encadenarlo, le da muerte. Ea se convierte de este modo en el nuevo dios de las aguas. «En la cámara de los hados, en la mansión de los destinos«, santuario de los arquetipos, su esposa Damkina engendra a Marduk.

Luego de la muerte de Apsu, Tiamat planea vengar la muerte de su esposo y prepara un ejército de 11 criaturas tenebrosas, encabezadas por el poderoso Kingu. Anu, Ea y su hijo Marduk intentan aplacar a Tiamat, pero no lo consiguen. Entonces Anshar, el padre de los dioses «[Anshar, corazón] insondable que destinas los destinos, [a quien] pertenecen [modelar y des]truir», invita a Marduk a llevar a cabo el combate. Los dioses acatan la soberanía de Marduk sobre la totalidad del mundo y le conceden el cetro, el trono y vestidura regia, dándole el arma sin rival para rechazar al enemigo.

Tablillas restantes: La lucha de Marduk
Marduk entonces se enfrenta a Tiamat y vence: «El Señor desplegó su red para envolverla; al Mal Viento, que detrás de él venía, lo desató contra el rostro de ella. Cuando Tiamat abrió la boca para consumirlo, él introdujo en ella al Mal Viento, de modo que ella no cerró los labios. Al cargar sobre su vientre los vientos impetuosos, su cuerpo se expandió, y su boca quedó ampliamente abierta. Él soltó la flecha, ésta desgarró su vientre, cortó a través de sus entrañas, hendiendo el corazón. Habiéndola subyugado así, extinguió su vida. Derribó su cadáver, y se puso de pie encima de él.» Marduk se detiene a considerar el cadáver, y ver cómo podría hacer de él obras llenas de arte. Divide en dos el cadáver; una mitad se convierte en la bóveda celeste y de la otra en el soporte terrestre.

Comentarios finales
Este combate podría representar simbólicamente el momento de la manifestación, en el que se vence la inercia caótica de la materia (Tiamat) y se imprime en ella las formas de los arquetipos (Marduk). Es de alguna manera, similar a la tarea del Alma del Mundo de la filosofía neoplatónica. En el poema, ni Anu ni Ea enfrentan a Tiamat quizás por estar representando estos dioses los momentos primero, antes de la existencia.
Luego Marduk recorre los cielos y supervisa las regiones, establece en ellos una réplica del palacio del Apsu en la que residirán los grandes dioses, instala en el cielo las estrellas, fija el año y regula el curso de los astros. A partir de los ojos de Tiamat, hace fluir al Éufrates y al Tigris. Hace manar polvo del corazón de Tiamat y extiende alrededor su red; así surge la tierra. Luego instituye los santuarios ya sí santifica la tierra. Entrega las tablillas de los destinos que habían sido otorgados por Tiamat a Kingu e hizo don a Anu.
Marduk decide crear al ser humano, y entonces Ea los modela a partir de la sangre de Kingu. Por último, hizo aparecer los grandes ríos, los vegetales, los animales salvajes y domésticos. Con ello la creación quedó acabada. De esta manera el hombre, al igual que el mundo, es modelado a partir de un arquetipo divino en la materia, retomando la idea de la relación del ser humano (Microcosmos) como reflejo del Macrocosmos.
Silvina Gherardi y Matías Taiah
(Artículo basado en el programa de estudio de Nueva Acrópolis)
Bibliografía
- Elíade, Mircea. Historia de las creencias y de las ideas religiosas I. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1978.
- Eliade, Mircea. Lo sagrado y lo profano. Ediciones Labor, Bacelona, 1967.
- Enuma Elish. Traducción y notas de Luis Astey V. Universidad Autónoma Metropolitana, 1989.
- Notas de clases.