Aimé Painé, La Princesa Mapuche

Imaginemos que estamos en algún lugar de la Patagonia, en torno a un fogón que ilumina nuestros rostros y nos calienta, en una fría noche. Con una taza de té entre nuestras manos, prestos para escuchar una historia de una princesa mapuche.

En un pueblito de la provincia de Río Negro, Argentina nació Olga Elisa Painé, conocida por su nombre mapuche como AIMÉ PAINÉ, un 23 de agosto del año 1943.

Descendiente de Mapuches y Tehuelches, nieta del gran cacique mapuche, el Logko Painé. Logko es una autoridad ancestral Mapuche que cumple la función de liderar, orientar y representar a la comunidad.

Cuando esta princesa nació el pueblo mapuche sufría un grave peligro de extinción, pues estaba perdiendo desde hacía muchos años la batalla contra el wingka (hombre blanco), que hostigaba continuamente al pueblo mapuche con el deseo de explotar las minas de oro y plata que demostraron ser bastante ricas, disponer de una abundante población aborigen y adueñarse de las tierras fértiles. 

La “campaña al desierto” del  ejército Nacional, comandado por el general Roca, había dejado muchos muertos mapuches y lograron apoderarse de sus tierras para vendérselas a los estancieros. Destruyeron sus rukas (casas)  y también los sembrados.

Hubo un plan de desarraigo cultural muy grande. Los nombres mapuches estaban prohibidos al igual que sus costumbres y su idioma mapungun. Al invadir su territorio en donde habían vivido por siglos, abrieron una profunda grieta en la historia del pueblo. Fue una verdadera intervención explosiva la que debió soportar la sociedad mapuche.

Los indios llevan más de 3.000 años en los territorios de buenos aires, el sur de Córdoba, Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa y una parte de Chubut y Chile y se destacaban por ser una sociedad guerrera, resistiendo a la invasión de otros pueblos y españoles particularmente. Eran señores de sus tierras y vivían como una gran comunidad libre.

Cada acción estaba orientada a cultivar aspectos que contribuían a la proyección cultural, organizada en función de la relación hombre-naturaleza, hombre-sociedad y hombre-fuerzas espirituales, de manera integral. Respetan las fuerzas masculinas y femeninas de la Naturaleza. Cultivan el küme kimün -buen conocimiento- y el küme rakizuam -buen pensamiento.

Lo ceremonial estaba presente tanto en la vida cotidiana como en los grandes encuentros sociales, siguiendo ciertas pautas que determinaban el respeto y afectividad en las relaciones sociales. El Gillatun es una de las principales ceremonias, como conexión con el mundo espiritual para pedir por el bienestar, fortalecer la unión de la comunidad y agradecer los beneficios recibidos. Con instrumentos para musicalizar los cantos, las abuelas enseñaban a sus hijas y éstas a las suyas los secretos de la raza con su tradicional canto taiel.

Para que todo aquello no muriese, aparece la figura de Aimé como una heroína cultural. Ella se encargó de difundir la cultura Mapuche, despertando en los herederos el orgullo por su identidad y buscando el reconocimiento internacional.     

Aimé, que no conocía quien era, porque a sus tres años había sido abandonada por su madre y entregada a un orfanato, donde fue muy discriminada por ser india, supo encontrar el camino que la devolvería a sus raíces a través de la música, por la cual sentía una especial atracción.

Comenzó a mostrar sus habilidades para el canto, destacándose en el coro de canto gregoriano del Orfanato. Tenía una voz de soprano muy hermosa. Logró estudiar y avanzar en la música después que fue adoptada por una joven pareja. Entró en el conservatorio y luego al Coro Polifónico Nacional.

Cada momento en la vida de Aimé la fue llevando al reencuentro con sus raíces, a descubrir su identidad para cumplir con su misión. Esos duros acontecimientos le sirvieron de impulso para acercarse donde debía estar.

En un encuentro internacional de coros en Mar del Plata, todos los países presentaron su canción de los pueblos originarios, menos el coro argentino. Este hecho la consternó y llenó de tristeza, por pertenecer a un país que niega sus raíces. Decidió buscar e investigar sobre sus raíces y descubrió su linaje Indio.

Viajó hacia su pueblo natal, al sur de Argentina, a impregnarse de la espiritualidad de sus mayores y descubrió que la música mapuche era una verdadera atracción espiritual. Se acercó a las abuelas, para que le enseñaran el taiel, y encontró en ellas la unión con su universo.

Se convirtió una estudiosa de su cultura, aprendió hablar y a cantar en la lengua mapungun convirtiendo sus conciertos en clases de antropología; hablando y promoviendo el orgulloso de la identidad mapuche.

Comenzó una larga lucha para reivindicar sus raíces, por eso la llaman “La voz del pueblo mapuche”. Viajó a Ginebra y participó en sesiones de la Subcomisión de Derechos Humanos de las Naciones, hablando del pueblo mapuche. En plena dictadura decidió cantar las canciones de sus antepasados y recuperar los valores culturales mapuches.

Fue la primera mujer mapuche en salir de gira como tal, cantar en la lengua mapungun, con la vestimenta tradicional, adaptando sus canciones mapuches con tintes regionalistas y utilizando siempre instrumentos autóctonos como el trompe, el kultrun, los cascahuillas, trutruca y kull kull.

Recorrió el país tratando de hermanar a la gran familia indígena y las escuelas inculcando la educación en los niños, plantando las semillas del orgullo por la identidad, para preservar la continuidad del pueblo mapuche.

Es así que la princesa mapuche no solo se encontró así misma, sino que al ponerse al servicio de su pueblo, rescato a sus antepasados manteniendo viva la identidad.

Reflexiones finales

La vida de Aimé nos brinda ejemplos de cómo ser una persona de honor y servicio. En su camino, como una verdadera heroína, enfrentó la adversidad y logró superar las difíciles circunstancias que le tocó vivir. No preguntó por qué su situación, sino que descubrió en ellas un sentido, lo aceptó, venció sus miedos y hoy, con sus logros, ilumina e inspira a quienes continúan su legado.

Su vida estuvo regida por valores atemporales compartidos por numerosas culturas, civilizaciones y que son también los Principios Acropolitanos: Fraternidad, ya que por encima de toda forma de separatividad, Aimé logro unidad entre distintos pueblos; Conocimiento, pues transmitió la esencia de su cultura y Desarrollo, que lo mostró con su propia vida al despertar en ella el sentido de la transmisión y los nobles sentimientos como la humildad, el coraje, la empatía y el profundo amor.

Una vez más la historia nos muestra que las vidas heroicas inspiran y dejan huellas.

Gloria Ramela

Dato Extra:

Una presentación de Aimé en Esquel en 1983 – Kürüf Tayül (Canto Sagrado del Viento): https://www.youtube.com/watch?v=XRF8KvpgaXM

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