Hoy traemos un personaje inusual para la Historia de la Filosofía, pero cuya contribución a la cultura occidental fue decisiva. Se trata del emperador franco Carlo Magno, quien en el siglo IX creó la Escuela Palatina de Aquisgrán para iniciar un renacimiento cultural en la Europa de su tiempo.

La caída del Imperio Romano y las invasiones bárbaras habían casi acabado con la cultura grecolatina del mundo clásico. Solo algunas congregaciones de monjes y la élite eclesiástica, guardaron pedazos de aquella floreciente cultura. Así ocurrió con la Orden Benedictina quien realizó una gran labor de salvaguarda de viejos libros, que preservó en sus extensas y bien cuidadas bibliotecas.
El rey de los francos, Carlos, tuvo la gran ambición de resucitar el viejo Imperio Romano, pero desde la nueva perspectiva europea. Trató también de recuperar aquella vieja cultura y para ello, fundó bajo el patrocinio imperial, la Escuela Palatina. Para ello llamó a filósofos y eruditos de todos los lugares: Italia, Alemania, Inglaterra, España…, puso esta Escuela bajo la dirección de un gran erudito inglés de su tiempo llamado Alcuino de York.

Posteriormente, el emperador llevó este resurgimiento cultural a todo su Imperio. Cada obispado y abadía copió el modelo de la Escuela Palatina. Las Escuelas carolingias que los obispos fundaron en sus catedrales, fueron el foco cultural donde se gestaron las futuras Universidades europeas.
Aunque no llegó a existir en el palacio de Aquisgrán un lugar propio o exclusivo para la Escuela, si hubo una importante biblioteca y un escritorio donde gran cantidad de copistas producían manuscritos, muchos de ellos, copias de viejos libros.
Así, de esta manera, un rey bárbaro que era posiblemente analfabeto, creo las bases de la nueva cultura occidental, recogiendo los retazos que habían sobrevivido de aquella vieja cultura del mundo grecolatino.
Victoria Calle