El filósofo chino Confucio – Parte 1

El maestro chino K’ung-fu-tzu, (maestro Kong), conocido como Confucio, fundó una escuela de filosofía, cuyas enseñanzas se basaban en la transmisión oral y la formación de discípulos, a quienes instruía en ética, política, literatura, historia y rituales.

A la escuela de Confucio se la conoce generalmente como la Escuela de los Literatos o de los Letrados, lo que luego se convertiría en el confucianismo. Aceptaba discípulos de cualquier origen social, lo cual era innovador para su tiempo, ya que la educación estaba reservada principalmente a la nobleza. Su método educativo combinaba la memorización de textos clásicos con el debate y la reflexión sobre cómo aplicar esos conocimientos a la vida práctica.

Pero, ¿Quién era Confucio?

Según sabemos, nace en China, en el pueblo de Zou, estado de Lu (actualmente provincia de Shandong) en el 551 a.C. y habría fallecido a los 72 años. Su vida se desarrolló durante parte del período de reinado de la dinastía Zhou, también conocido como “Época de las primaveras y otoños”, aunque el imperio ya estaba a las puertas del período de los “Reinos Combatientes”, una importante edad media de la civilización. De nombre original Kong Kiu, con el paso de los años se lo comenzó a llamar maestro Kong (Kong Fuzi). Fonéticamente esta frase sonaba Kong Fuzy, y hoy lo conocemos como Confucio por la latinización de su nombre. Además, como ocurre con los grandes personajes, su nacimiento estuvo rodeado de simbolismos, pues se decía que los dragones lo custodiaban y las hadas perfuman sus alrededores.

La biografía de este filósofo asiático, escrita cuatrocientos años después de su muerte, cuenta que nacido de una familia noble, ocupó gran parte del tiempo de su infancia y adolescencia dialogando con sabios y ancianos, leyendo libros que ya eran clásicos para aquel entonces y a los 17 años ocupaba cargos de funcionario público. En aquellos tiempos, el ejercer un cargo público, el servir con la vida al justo funcionamiento de la sociedad, era considerado un oficio sagrado, un sacro-oficio.

En principio había aceptado un cargo en el área de agricultura y ganadería. Allí se desempeñó de forma honrosa, poniéndose del lado de los campesinos, que eran tratados injustamente, y mediaba para que las condiciones de los trabajadores mejoraran. De allí pasó al área de depósito de granos, trabajo para el cual no se sentía calificado con sus tan solo veintiún años, pero que decidió aceptar porque estaba seguro que podía y debía aprender cómo hacerlo.

En un momento de su vida, decide emprender un viaje a la capital de Imperio. Al llegar a esta gran ciudad, Confucio quedó maravillado con los templos y edificios gubernamentales, con los reyes y con los sabios. El orden, la organización y la cultura, reflejo de ideas trascendentales, despertó en el joven filósofo el sentido de perpetuación y continuidad de lo ideal. Se despertó en él la necesidad de encarnar aquellas ideas, que unificaban a la humanidad en su conjunto. El arte, la política, la ciencia y la religión parecían surgir del mismo punto, dando vida a un verdadero estado, con un sentido común y que vivía armónicamente como un organismo. De allí probablemente tomó el modelo para manifestar su obra filosófica. A la vuelta de este viaje, es que habría tenido el especial y mítico encuentro con Lao Tsé, vivencia que transformó al Maestro Kung.

De a poco Confucio fue ganándose un lugar en la sociedad y con mucho esmero logró destacarse en sus tareas y recibió felicitaciones por parte de sus superiores y hasta del duque de Lu. Con el tiempo llegó incluso a alcanzar un puesto que podríamos comparar con el de Ministro de Justicia. En este cargo se desempeñó con dureza e imparcialidad hasta lograr un gran avance en la disminución del crimen. Era tal la eficacia de sus métodos que en tres meses reorganizó la administración de todo el Estado. Tenía cincuenta años de edad y por entonces algunos de sus discípulos también ocupaban puestos de responsabilidad. Finalmente dimite de su puesto por no estar de acuerdo con el rumbo que se estaba tomando desde las más altas esferas de poder.

Una vez abandonado el cargo público se dedicó a viajar y dar clases, siempre a la espera de que algún príncipe quisiera tomar los conocimientos que tenía para ofrecer y lograr un estado armonioso, ordenado y justo. Cuando a uno de sus discípulos le preguntaron cómo era Confucio y al no saber si era correcto responder, el mismo Maestro le dijo “¿Por qué no has contestado? Es un hombre que se aplica al estudio y a la práctica de la virtud con tal ardor, que se olvida de comer; que, después de haber adquirido una virtud, siente tal alegría, que olvida todo disgusto; y se absorbe, de tal manera, en el estudio de la sabiduría, que no siente llegar a la vejez”. (Analectas o Lun-Yu, primera parte: Chang-Lun, libro 4, capítulo 1.18)

Confucio no aceptaba a cualquiera como su estudiante. Realmente quien quisiera serlo debía desearlo y trabajar profundamente en las instrucciones. Notaba inmediatamente cuando alguien se le acercaba por su propia voluntad, o era obligado a estudiar con él pensando que llegaría fácilmente a adquirir los conocimientos que tenía para compartir, o si se le acercaba por las razones equivocadas. “El Maestro dijo: Yo no enseño a quien no se esfuerza por aprender; yo no ayudo a hablar a quien no se esfuerza por expresar su pensamiento.” (Analectas o Lun-Yu, primera parte: Chang-Lun, libro 4, capítulo 1.8.)

Para cada alumno tenía una forma particular de enseñar, sabía que el temperamento de cada uno era diferente y que los conocimientos realmente llegarían a cada quien a su manera. Junto a sus estudiantes recorrieron grandes partes del territorio de una China sumida en las guerras y luchas.

Aunque en vida no tuvo gran éxito en aplicar sus ideas en el gobierno, sus enseñanzas fueron recopiladas por sus discípulos en el Lunyu (Los Anales o Analectas de Confucio), convirtiéndose en la base del confucianismo, que influyó en la administración imperial china durante siglos. Su pensamiento sigue siendo relevante en la actualidad, especialmente en la ética, la educación y la política en Asia.

Se dice que Confucio pasó sus últimos días en Qufu, en el estado de Lu, continuando con su enseñanza hasta el final. Según la tradición, murió en el año 479 a.C., a los 72 o 73 años, sintiéndose incomprendido y sin haber visto su ideal de una sociedad gobernada por hombres sabios y virtuosos.

Confucio no solo fue un filósofo y maestro, sino también un recopilador y sistematizador de tradiciones antiguas, que ya eran clásicas para su época. En lugar de presentarse como un innovador, se veía a sí mismo como un transmisor del conocimiento atemporal. Aunque no dejó escritos propios, dedicó su vida al trabajo de restaurar y fortalecer las costumbres y valores que consideraba esenciales para una sociedad armoniosa.

Se le atribuye la recopilación y edición de cinco textos fundamentales de la cultura china, conocidos como los «Cinco Clásicos»:

  1. Libro de la Poesía: Una colección de poemas, canciones y odas populares y rituales de la antigua China.
  2. Libro de la Historia: Textos históricos y discursos de antiguos gobernantes.
  3. Libro de los Ritos: Un compendio de rituales y normas de conducta.
  4. Libro de los Cambios (I-Ching): Un antiguo texto adivinatorio basado en los hexagramas.
  5. Crónicas de Primavera y Otoño: Una crónica histórica del estado de Lu.

Confucio tomó las antiguas enseñanzas de los reyes sabios de la dinastía Zhou y las reinterpretó, dándoles un enfoque más ético y práctico. Consideraba que la clave para restaurar el orden en su tiempo estaba en volver a los principios de estos gobernantes ejemplares.

Algunas anécdotas de su vida

Ante la adversidad

En cierta ocasión la adversidad se cebó con Confucio Estatua de Confucio y sus discípulos, mientras andaban de viaje, pues se les agotaron las provisiones y varios discípulos cayeron enfermos. Uno de ellos se disgustó y preguntó al maestro:

  • ¿Pero es que también los hombres superiores tienen que pasar por estas miserias?

— Ciertamente –respondió Confucio–, pero sólo los hombres vulgares pierden la compostura cuando tienen que sufrirlas.  

Un buen maestro

Zilu, discípulo de Confucio, le preguntó en una ocasión:

  •  “Cuándo debo poner en práctica las cosas que he aprendido?”

Confucio respondió:

  •  “Todavía te estoy enseñando. ¿Por qué esta impaciencia de poner algo en práctica? Espera el momento adecuado”.

Al momento siguiente, otro discípulo, Gongchi, preguntó:

  •  “¿Cuándo debo poner en práctica las cosas que he aprendido?”
  • “Inmediatamente”, respondió Confucio.
  • “Maestro, no actuáis con justicia”, se quejó Zilu. “Gongchi sabe tanto como yo, y no le prohibís actuar”.
  • “Un buen padre conoce la esencia de sus hijos –dijo Confucio–. Frena a aquel que es demasiado osado y empuja al que no sabe andar con sus propias piernas”.

Sigue: Enseñanzas de Confucio

Un comentario en “El filósofo chino Confucio – Parte 1

  1. Avatar de Beatriz Salto Beatriz Salto

    De Sócrates a Confucio, el difícil oficio de la transmisión…una agenda pedagógica que aguarda la escritura de futuras fechas…cuando lo importante no será la mera apropiación de saberes «objetivos» sino nuestra transformación subjetiva a través de los saberes.

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