“El camino del Gran Estudio consiste en tres cosas, que son: hacer brillar en sí mismo las virtudes superiores que la Naturaleza pone en el alma de cada uno, renovar a los otros hombres, y fijarse como objetivo la más alta perfección”.
El Gran Estudio o Ta-Hio, libro I.
Cuando se estudia a Confucio se puede ver que expone su doctrina de una manera muy pragmática. Plantea en reiteradas oportunidades que, si se quiere que algo cambie, debo comenzar por trabajar en el cambio en mí mismo, y gradualmente semejar esa búsqueda de la perfección hacia los demás aspectos de la vida. Por ejemplo, en esta frase del libro El Gran Estudio:
“Siendo la voluntad perfecta, los sentimientos del corazón son ordenados. Siendo ordenados los sentimientos del corazón, todo hombre está exento de defectos. Después de haberse corregido a sí mismo, se establece el orden en la familia. Reinando el orden en la familia, el principado está bien gobernado. Estando bien gobernado el principado, pronto todo el impero goza de paz.”
Para Confucio, el hombre al nacer recibe del Cielo cinco virtudes, que comentaremos más adelante. Estas llegan puras y libres de oscuridad, pero al estar el ser humano dentro de un cuerpo compuesto por elementos materiales y sujeto a las pasiones mundanas, las virtudes se oscurecen.
Sin embargo, no todo es desaliento. Confucio nos recuerda que la luz es propia de estas virtudes, está en su naturaleza y jamás se puede extinguir. Para esto es necesario que, aquel que se encamine hacia la sabiduría, utilice la luz que tenuemente se proyecta, casi velada por esas impurezas, para hacerla resplandecer. Pero no solo debe hacerlas resplandecer, sino que una vez logrado esto debe renovar a los otros hombres para que las virtudes brillen en ellos también.
Confucio también pone énfasis en la idea del Justo Medio. Ayudar al hombre a ver nuevamente esa luz de las virtudes es, literalmente, enseñarles. Y enseñar es hacer volver a los demás al camino del cumplimiento de la Ley Natural que el Cielo pone en el corazón de los hombres.
La Ley general de la Naturaleza es la armonía y el equilibrio. Cuando estas alcanzan su más alto grado, todo sobre la Tierra como en el Cielo está en su correcto lugar.
“El hombre virtuoso permanece en el medio invariable; el que no es virtuoso se desvía de él.”
La conducta del Sabio
Tomando estas ideas como referencia, las enseñanzas confucionistas detallan las cualidades de un hombre sabio.
El sabio es modesto en sus palabras, y hace más de lo que dice. Su conducta está siempre por encima de sus preceptos. El sabio como es perfecto, no se aflige por nada. Como es prudente, no cae en el error. Como es valeroso, no siente temor. El sabio espera todo de sus propios esfuerzos. El sabio se adhiere fuertemente a la verdad y al deber, pero no se apega tercamente a sus ideas.
“Confucio dijo: El sabio presta una atención especial a nueve cosas: Se aplica a ver bien lo que mira, a oír bien lo que escucha. Tiene cuidado de mostrar un aire afable, de tener un porte irreprochable, de ser sincero en sus palabras, de ser diligente en sus acciones; en sus dudas, se cuida de interrogar; cuando está descontento, piensa en las consecuencias molestas de su cólera; frente a un bien que ha de obtener, consulta la justicia”. Analectas o Lun-Yu, primera parte: Hia-Lun, libro 3, capítulo 2.10
Hay dos tipos de sabios. Uno es el naturalmente perfecto, que recibió y conservó del Cielo todas las virtudes y sigue el camino, se mantiene derecho en el justo medio. Es el sabio por excelencia. El otro es el que se perfecciona a sí mismo, hace lo que es justo y bueno. Se apega, medita, distingue y ejecuta lo más que puede lo que es correcto.
El príncipe ideal: el JUNZI
La palabra Junzi significa “hijo del señor” y Confucio la utiliza para hacer referencia a la persona “excelente”, equivalente al “aristos” de Platón. En esta época, el término se utilizaba para hacer referencia a un caballero de alguna clase social privilegiada. Pero fue el mismo Confucio quien reversionó el significado para que esta palabra pase a connotar algo mucho más profundo. El Junzi propuesto por el Maestro Kong pasó a utilizarse para denominar al príncipe de una verdadera elite: la moral y la ética. Este príncipe sería el ideal de Confucio, al que sus discípulos aspiraban: el caballero de la moral suprema.
Cualquier persona podría convertirse en un Príncipe Ju, mediante el desarrollo de las cinco virtudes del confucianismo, que conformaron los pilares éticos para cultivar el carácter y alcanzar una sociedad armoniosa. Estas son:
- Humanidad o Benevolencia: Es la virtud más importante y representa la empatía, la compasión y el amor al prójimo. Implica tratar a los demás con respeto y bondad.
- Justicia o Rectitud: Se refiere a la capacidad de hacer lo correcto sin buscar beneficio personal. Un verdadero Ju actúa con justicia y honra sus deberes, incluso si eso le causa dificultades. El sentido de lo justo, reside en saber diferenciar entre lo debido y lo indebido y tomar decisiones moralmente correctas en cada situación.
- Protocolo, Ritual o Decoro: No solo abarca los ritos y ceremonias, sino también las normas de cortesía y buen comportamiento en la vida diaria. Para Confucio, el orden social depende del respeto a las tradiciones y las reglas de convivencia. El espíritu ritual, incluye tres aspectos: las ceremonias de sacrificio para los antepasados y los dioses, el respeto a los protocolos de las instituciones sociales y políticas, y la cortesía o respeto a las normas en el comportamiento cotidiano.
- Sabiduría o Conocimiento: No es solo inteligencia, sino la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Implica aprender constantemente y reflexionar sobre las propias acciones para mejorar como persona. Incluye estudio y experiencia práctica.
- Integridad o Fidelidad: Significa honestidad y confianza en las relaciones humanas. Para Confucio, una sociedad estable se construye sobre la palabra dada y la confianza mutua. La relación de confianza alude a la persona íntegra en su palabra, que dice la verdad y es coherente entre lo que dice y lo que hace. Nunca rompe las promesas ni engaña a los demás, de modo que es digno de confianza en la sociedad.
Este príncipe gobernante era aquel que más se conocía a sí mismo; aquel que, luego de un arduo camino de educación filosófica y de puesta en práctica de lo aprendido se volvía un ejemplo para el resto de la sociedad. De esta forma, a la vez de ser ético, sería un sostén en el que la sociedad en su conjunto pudiera apoyarse y lograr que el orden en la polis, fuera reflejo del orden cósmico que se encontraba detrás de todo el universo.
Este gobernador filósofo, tendría conciencia de la igualdad que reside en lo profundo de los seres humanos, sabiendo que solo a través del perfeccionamiento personal se puede tomar contacto con lo divino.
Relación entre individuo y sociedad
Confucio entendía que la sociedad solo podía mejorarse, en la medida de que cada uno de sus habitantes fuera mejor. Por lo que estableció un orden social racionalizado, denominado Li, a través de la Ética y basado en el desarrollo y evolución personal.
La ética, sería el eslabón que unifica los pensamientos y los sentimientos con las acciones del ser humano, teniendo como base la esencia última de las cosas; la ciencia que busca armonizar a mujeres y hombres, para que broten de su interior el bien y la justicia. La política complementariamente, era entendida como la ciencia y el arte de conducir, educar y armonizar los pueblos, elevándolos desde sus fundamentos físicos y biológicos hasta las cumbres de la realización en lo emocional, mental y espiritual. La ética era al individuo, lo que la política a las sociedades y era el príncipe gobernante el mediador entre las leyes y los ciudadanos.
La ética va dirigida al individuo y la política va dirigida a la sociedad. Pero Confucio decía que el orden político es fruto del orden ético. Y sumado a ello, Confucio pensaba que el gobernante debía ser un hombre Ju, esto es un hombre de altos principios morales, sereno, que ama su profesión y su trabajo, perfectamente flexible, enseña con el ejemplo, saber estar en cada situación, se gobierna así mismo y debe velar por el bien común.
Fragmentos de las Analectas
“La verdadera virtud no perfecciona solamente al hombre que la posee, sino que perfecciona también todas las cosas.”
“Si se considera las acciones de un hombre, si se observa los motivos que le hacen obrar, si se examina lo que constituye su dicha, ¿podrá él ocultar lo que es?”
“El sabio es como el viajero que, para ir lejos, parte del lugar más próximo de él; como un hombre que, queriendo escalar una alta montaña, empieza por la base.”
“El que se aplica seriamente a cultiva la virtud, se abstiene de hacer mal.”
“Lo que hace al hombre perfecto es la virtud de humanidad, sin la cual el hombre no es verdaderamente hombre.”
“Trabaja sin descaso en adquirir la sabiduría, como si tuvieras siempre que adquirirla; además teme perder lo que has adquirido: el que no progresa cada día, retrocede cada día.”
“Advierte a tus amigos con franqueza, y aconséjales con dulzura. Si no aprueban tus consejos, detente; no sea que te atraigas un agravio, perdiendo a tu amigo por tu importunidad.”
“No se apresure demasiado; no busque las pequeñas ventajas. Quien se apresura, no llega lejos; quien persigue las pequeñas ventajas, descuida las grades cosas”.
Equipo editorial de RevistAcrópolis