A lo largo de nuestras vidas, todas o casi todas las personas, en algún momento nos hicimos preguntas sobre nosotros mismos, sobre las relaciones con otras personas, sobre la naturaleza, y quizás también, sobre la vida y la muerte, sobre el destino y el tiempo, ya que es natural del ser humano el hacerse preguntas.
Cuando aparece la duda en nosotros, se genera una especie de molestia, una inquietud, una incomodidad. Como es una in-quietud lo que aparece, tiende a hacer que nos pongamos en movimiento para intentar resolverla.
Al iniciar esta búsqueda de respuestas, la vida se torna una aventura. Este camino que uno podría emprender no es sencillo; por lo que un mapa y una brújula para orientarse en él se tornan indispensables. Muchas veces el sendero se puede volver complejo, apareciendo nuevas preguntas a medida que nos acercamos a alguna respuesta, corriendo el riesgo de patinar y perdernos en la investigación, abandonando la empresa.
Esta búsqueda de respuestas a las preguntas interiores acerca de uno mismo, de la sociedad y sobre la naturaleza, lugar donde la sociedad tiene soporte para poder desarrollarse, ha sido para los filósofos desde hace miles de años el motivo de sus vidas. Para entender cómo transitarlo, se vuelve necesario explicar qué se entiende por filosofía.
Pitágoras, hace 2600 años, declaraba que como no tenía la sabiduría y le faltaba, no era sabio (del griego sophos), pero estaba en su búsqueda y era el amor (del griego filos) lo que impulsaba a reunirse con ella; por eso se declaraba filo-sophos. Aquí el amor se ve expresado como una fuerza que lleva a las cosas separadas a unirse; como el motor que impulsa a la búsqueda, a querer ponerse en acción. Platón decía que no amamos lo que tenemos, sino lo que nos falta. Justamente, el amor nos lleva hacia aquello que nos hace falta, aquello que nos completa, aquello que nos perfecciona. Es por amor que los héroes comienzan y terminan sus caminos.
La filosofía, más allá de los muchos conceptos que se han explicado a lo largo de la Historia, aparece como una actitud ante la vida, una actitud que requiere preguntas e investigación, lo que la convierte en una ciencia; pero a la vez, esas preguntas, no pueden responderse de cualquier forma, lo que implica que es un arte y aprender este arte, donde la materia prima a moldear son las propias experiencias, es uno mismo, requiere educación, una educación filosófica.
El verbo educar proviene del latín educere, que significa extraer, elevar. De ahí que Sócrates decía que uno nace con todo el conocimiento, nada más que olvida, y es tarea del maestro, a través de la mayéutica como técnica pedagógica, lograr que cada uno recuerde, dando a luz a lo que uno tiene adentro olvidado. Platón decía que educar, era volver los ojos hacia el alma.
Delia S. Guzmán, directora de Nueva Acrópolis dice que la filosofía es la gran educadora; es la que nos enseña a vivir. Lo más difícil de todo, que es vivir, casi nadie lo enseña. No vamos a llegar a ser sabios, pero por lo menos tendremos algunos temores menos, algunas dudas menos de las que teníamos antes, empezaremos a tener algunas certezas.
Una buena educación orienta, forma y transforma. Una vez que algo se aprende, ya no se vuelve atrás, no podemos ser igual antes de aprender como después de hacerlo; sólo significaría que no hemos aprendido nada. En efecto, la educación atravesada por la filosofía es el fundamento de toda civilización, y su función primera consiste en humanizar al hombre ya que, según Erasmo, no se nace humano, sino que hay que convertirse en uno.
Hoy en tiempos donde salir de viaje es sencillo, donde se promocionan vuelos “low cost”, destinos exóticos y se vuelve fundamental poder compartirlo instantáneamente, sin tener muy en claro por qué hacerlo, acumulando experiencias como colecciones, quizás sea el momento de emprender uno de los viajes más largos, el viaje.
Aceptar que uno duda y emprender el camino hacia las respuestas hace de la vida una aventura, una aventura filosófica. Así la filosofía a la manera clásica, nos brinda el mapa para no perderse y descubrir por dónde ir, para saber dónde detenerse y que lugares evitar. La educación hace las veces de brújula. Nos orienta, nos dirige y nos ofrece las herramientas prácticas para estar preparados a las situaciones que se puedan presentar.
Este camino que, así como los que tuvieron que transitar Frodo y Sam para cumplir su misión, no pareciera ser nada sencillo; requerirá responsabilidad, demandará poner en práctica valores atemporales que hayan superado el tiempo y el espacio, para que en cada parada que tengamos que hacer en el viaje, nos puedan entender más allá de las diferencias. Demandará también desarrollar virtudes latentes en cada uno y voluntad para mantenerse en camino cuando nos agarre alguna tormenta, cuando la duda se ponga bajo nuestras suelas, para seguir, sin prisa, pero sin pausa, en el camino de regreso al hogar.
Franco P. Soffietti
Excelente artículo! Entusiasma a emprender el hermoso viaje del sophos
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