Sin intención de enfrentar a estas posiciones, proponemos una mirada nueva, mejor dicho renovada, de la filosofía como búsqueda de la sabiduría. Partiendo del hecho que el filósofo, como sabiamente lo definió Pitágoras en el s. 6 a.C., es un buscador de la sabiduría y de la mano de Platón quien, en el s. 5 a.C., definió buscador como aquel enamorado que se atrae por aquello que no posee, sin duda llagamos a la conclusión que el filósofo no posee la verdad sino que, siendo un enamorado de ella, la persigue.
Es común en el estudio filosófico de la actualidad indagar a los pensadores del mundo occidental, tanto de la antigüedad como de la modernidad, y dejar de lado a los de oriente, por considerarlos más místicos que filósofos. Este método de estudio fomenta el alejamiento de la filosofía de los demás rubros de la experiencia humana. Así la filosofía llega a ser considerada como la capacidad mental de abstraer conceptos y también como el proceso del desarrollo de un pensamiento crítico ante los sistemas establecidos. Incluso se la relaciona con los sistemas de organización comunistas como una respuesta ante las sociedades teocráticas.

Reflexionemos juntos: ¿Puede ser la sabiduría algo que se encuentre en la parte y no en el todo? Imitando a Platón, imaginemos que la sabiduría es como el sol que, estando en su centro lejanísimo, llega a toda la naturaleza. Todas las plantas lo buscan y esta búsqueda las hace extender sus miembros y así crecen… Todos los seres lo necesitan, puede iluminar y dar calor a las casas de todos mientras estas tengan las ventanas y las puertas abiertas. Da el indicio del comienzo de la actividad en cada amanecer y recorre todos los lugares del globo, fiel y constante en su horario. ¿Recorre el sol o gira la tierra con sus seres alrededor de él? Una pregunta ya superada -o no- del ámbito de la física, pero no menos filosófica, ya que las apariencias del mundo fenoménico presentan el sol como navegante del horizonte, aunque somos nosotros los que nos movemos, mientras él se mantiene en su centro.
La sabiduría es para nosotros algo como el sol. Por eso no puede iluminar una parte y otra no. Está en todo lo manifestado, en todo el mundo tangible, pero de un modo implícito, llamando a los seres humanos a abrir sus ventanas y puertas para verlo, sentirlo y nutrirse de él. A eso apunta la filosofía comparada: a darnos las herramientas para poder buscar la sabiduría en todas partes y de este modo aprender a buscarla dentro de nosotros mismos. La filosofía comparada se fundamenta en una mentalidad: la del eclecticismo. Ser ecléctico es aprender a discernir lo primario de lo secundario, lo importante de lo trivial, lo que vale de aquello que sobra. Sería así un sinónimo de discernimiento. Sin embargo, el eclecticismo incluye algo más que el discernimiento: ser ecléctico implica poder discernir para elegir lo mejor, no de un modo competitivo, sino para rescatar lo mejor, para ayudar a que uno sea mejor. En definitiva, para que las cosas se mejoren.
Estudiar comparativamente las culturas antiguas es introducirse en su conocimiento, desarrollar discernimiento y elegir aquella perla de sabiduría que cada cultura dejó en su paso por la historia. La humanidad heredera de todas las culturas precedentes sabrá elegir aquello que le es necesario para su momento y seguir su paso hacia la evolución.
En el comienzo de la búsqueda comparativa nos encontramos con sofismas tales como: ¿Es el occidente menos místico que el oriente? ¿Es el oriente menos racional que el occidente?

Distintas culturas, la misma sabiduría.
Solamente ante los ojos del ignorante Confucio se diferencia de Platón en su propuesta política que se basa en el vínculo inquebrantable entre ética y política y se fundamenta en la educación. Solamente aquel que todavía no ha profundizado en las enseñanzas de Buda no ve la coincidencia entre el concepto de desapego y el concepto de ataraxia, entendida como imperturbabilidad, de los filósofos estoicos. Solamente aquel que lee superficialmente La Voz del Silencio de Helena P. Blavatsky no reconoce en los peligros de la mente engañosa, los mismos peligros que reconoció Pitágoras, motivo por el cual estableció la prueba del silencio en sus alumnos acusmáticos. Solamente la persona cegada por los prejuicios no reconoce en la filosofía trascendental de Kant el mismo concepto de libertad al que conduce el camino del deber, así como la aceptación estoica conduce a la liberación. ¿Son diferentes Arjuna y Ulises, Gilgamesh y Hércules, Afrodita e Ishtar? No completaríamos jamás totalmente esta larga lista por eso decidimos cerrarla aquí.

Acudamos a la filosofía comparada no solamente para no ser ignorantes, superficiales y prejuiciosos sino para ser mejores y de este modo mejorar nuestro entorno. Para ser herederos dignos que reciben la herencia como aporte para dejar su perla de sabiduría a los que vendrán después y así formar un eslabón activo en la larga cadena de la transmisión de la sabiduría. Desde Nueva Acrópolis los invitamos a nuestros cursos de filosofía comparada. No poseemos la verdad para entregártela, solamente te invitamos a que la busquemos juntos.
“Si caminas solo, iras más rápido. Si caminas acompañado, llegarás más lejos”.
Proverbio chino
María Kokolaki