En el interior del Mahabharata, la gran epopeya de India, encontramos un poema dedicado a la batalla entre Pandavas y Kuravas, en torno al conflicto del gobierno de la ciudad de los elefantes, la ciudad de la sabiduría. Este poema llamado Bhagavad Gita, El canto del señor, ha cobrado especial interés universalmente a lo largo del tiempo. Es tanta la riqueza de su lenguaje y la profundidad de sus enseñanzas, que obtuvo el estudio autónomo, tratándose de manera independiente a la gran epopeya de la que forma parte.
El lenguaje poético-simbólico del poema
El carácter de la obra es simbólico y poético, de modo que requiere por parte de los lectores, el desarrollo de la habilidad de leer entre líneas y descifrar los mensajes ancestrales que trasmite el poema, detrás de la belleza característica de la lengua en que fue recitado. Los poetas de todos los tiempos, como artistas de la palabra, tejen con estas los sentidos más profundos, componiendo una literatura que roza la simbología. Por alguna razón la palabra logos en antiguo griego comprendía, dentro de sus diferentes significados, aquellos de palabra hablada y mito.

Retomando el hilo del presente artículo y con el objetivo de aportar a los lectores del Bhagavad Gita las herramientas para poder descifrarlo, recordaremos algunas nociones importantes:
La ciudad en disputa es la ciudad de los elefantes. El elefante en India es símbolo de la sabiduría porque tiene grandes orejas y, aunque esto parezca infantil a los hombres modernos occidentales, para la cultura de India el poder del oído es sinónimo de la sabiduría. Es decir que aquella persona que puede escuchar está más cerca de la sabiduría que el ignorante que se asemeja a un sordo.
¿Cuántas veces no pudimos escuchar porque no supimos callar y cuántas veces no pudimos escuchar porque estuvimos desatentos? La atención, como característica de una conciencia despierta, va de la mano del silencio, que calla una parte exterior para despertar otra más profunda. Atención y silencio son dos peldaños imprescindibles en el ascendente camino hacia la sabiduría, que según las culturas orientales, es poder escuchar.
En el poema, el gobierno de Hastinapura, la ciudad de los elefantes, está en manos de los Kuravas quienes no son merecedores del mismo, puesto que usurparon la ciudad, quitando el poder de las manos de los verdaderos señores de la sabiduría, los Pandavas. Es fundamental conocer que tanto Kuravas como Pandavas son conocidos entre sí y pertenecen a la misma familia.
En esta épica historia ambos bandos se encuentran formados y preparados para combatir: por un lado están los Kuravas, con un ejército numeroso frente a los Pandavas que no son más que cinco hermanos. Entre ellos se destaca la figura de Arjuna, conocido por ser el mejor arquero, quien está declarado para dar la señal del comienzo de la batalla, haciendo sonar el caracol.

Arjuna no se encuentra en este lugar casualmente ya que toda su vida estuvo preparándose para este momento y es el mejor guerrero, el más hábil de todos. Conciente de su poder y fuerza ha pedido anteriormente que Krishna sea el conductor de su carro, su auriga, rechazando cualquier otra ayuda; puesto que considera que tenerlo a Krishna a su lado es suficiente para alcanzar la victoria.

Krishna es una figura mística, muy importante en la cultura de India. Reconocido como un gran maestro que vigila para la humanidad y ayuda conduciendo a la gente hacia la sabiduría. Así como simbólicamente, representa su rol de conductor de Arjuna. Teniendo en cuenta que el oficio de auriga es un oficio culturalmente inferior que aquel de guerrero, inferimos el rol del maestro, como servidor de la humanidad que presta sus atenciones conduciendo al pueblo. Su papel en la obra, como veremos a continuación, será fundamental al respecto de la trama y la acción de Arjuna.
La duda vence a Arjuna
Mientras todos esperan la señal de Arjuna para que el combate comience, este arquero hábil y poderoso mira hacia las filas de los adversarios y reconoce entre ellos rostros de familiares y viejos amigos. Las tinieblas de la duda lo circundan e impotente y confundido abandona su arco y cae al suelo:
“¡Oh, Krishna! viendo a mis familiares preparados para la batalla, mis párpados desfallecen y se cierran; y mi boca se seca y queda amarga, temblores recorren mi cuerpo y mi cabello se eriza con horror… Así habló Arjuna en el campo de batalla; y dejando a un lado su arco y sus flechas, con su alma inundada por la desesperación y la pena, se desplomó abatido…”

El rol de Krishna y su intervención
Krishna aparece tomando un rol activo y protagónico, en contraste a la pasividad del mejor guerrero. El humilde servidor se convierte ahora en protagonista y puede lograrlo porque no es solamente un conductor de carros, sino un maestro, un conductor de almas. Cuando la duda como vacilación aparece, la guerra exterior no puede ser combatida por Arjuna, sin la luz de la sabiduría. Krishna lo conduce fuera del campo de la batalla, hacia una alejada colina. Una vez que lograron subir y mirando desde lejos hacia los ejércitos formados, Krishna recuerda a Arjuna las enseñanzas tradicionales de la sabiduría de India y lo alienta para regresar a la batalla.
¿Qué causó la duda y cómo Arjuna logró superarla?
Sin intención de cortar abruptamente la narración de la historia, haremos hincapié en la vacilación de Arjuna: su causa y su efecto.
Aquello que puso en duda la empresa que Arjuna había asumido desde su infancia: devolver la sabiduría a las manos merecedoras, fue el hecho de ver los rostros de los viejos conocidos. El apego a sus emociones opacó la claridad de su meta y nubló su discernimiento. Por consiguiente, Arjuna olvidó lo que siempre supo: que la sabiduría está usurpada y que, sean quienes sean los usurpadores, no merecen poseerla. La lucha por una causa justa se puso en duda por el sentimentalismo pasajero; del mismo modo que nosotros olvidamos lo que debemos hacer cuando caemos víctimas de nuestra subjetividad. Todo lo que uno sabe y posee se puede perder cuando la duda, la impotencia y las emociones negativas se apoderan de nosotros mismos. El más poderoso guerrero, vencido por la vacilación, se convierte en un cobarde.
Krishna, en el rol de la conciencia, iluminó la mente nublada del compañero que lo eligió como guía. Con su claridad lo condujo hacia este espacio simbólico, alto y lejos del campo de la batalla y en su voz resonó nuevamente lo que Arjuna siempre supo y momentáneamente olvidó: el deber de proteger la sabiduría. Como Sócrates hará unos siglos después y muchos kilómetros hacia occidente: Krishna ayudó, a través del recuerdo, a que Arjuna diera luz a lo que siempre supo que era su deber.

El poema guarda muchas lecciones, tantas como la conciencia del lector pueda descifrar. No es nuestro objetivo imponer ninguna ya que el des-cubrimiento es individual. No obstante, señalamos que aún el mejor guerrero dudó en el momento crítico, sin embargo, supo pedir ayuda y en segundo lugar supo escuchar. Muchas son las veces que nos encontramos rodeados por la duda y la impotencia que esta produce. Tan solo sería suficiente tener claro dónde se encuentra aquella colina que lejos está de los gritos de la batalla y en su altura, en silencio, recordar el deber propio para regresar con certezas claras, fruto del saber silenciar y del saber escuchar.
María Kokolaki
Gracias! 😊
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