Mientras escribo estas palabras, creo que las personas somos cada vez más conscientes de la profunda crisis que está viviendo nuestro planeta y nuestra sociedad. Crisis que provoca continuos cambios y una sensación de caos constante; una falta de armonía en el mundo que habitamos.
Crisis que se manifiesta en distintos planos. Tanto en lo ecológico o ambiental como en lo social y económico. Sin embargo, es una crisis con raíz en algo profundamente humano: hemos perdido la conexión entre nosotros y con la naturaleza, hemos perdido nuestra unión. El individualismo nos ha llevado a pensar que no somos parte de lo mismo, parte de este planeta. De modo que debemos armonizarnos con este Gran Ser.
Crisis en el plano ambiental
En el plano ambiental esto nos ha llevado a sentirnos dueños de los recursos que generosamente nos ofrece la madre tierra y hacer uso y abuso de ellos. Por consiguiente producimos grandes desequilibrios en el mundo como por ejemplo el calentamiento global y los cambios climáticos a nivel planetario.
El materialismo dominante nos lleva a consumir muchos más recursos que los que realmente necesitamos y que los que el planeta puede regenerar. Esta actitud no es sostenible en el tiempo y ya comenzamos a ver los resultados. La superpoblación de la tierra y nuestra búsqueda del confort nos lleva a necesitar recursos naturales mucho mayores de los que disponemos. Tal es así que ya nos encontramos buscando nuevos exoplanetas (en otros sistemas solares) similares a la tierra para poder habitar.
Estamos contaminando el planeta en todos sus planos: agua (ríos, mares y lagos), aire y tierra.
Hemos perdido nuestra conexión con la naturaleza. Nuestra forma de vida no respeta sus leyes y no estamos sincronizados con sus ritmos.
Tampoco respetamos a las otras formas de vida con las que compartimos este mundo. Nos sentimos dueños tanto de vegetales como animales generando un gran desequilibrio a nivel global. Así se genera una gran pérdida de diversidad biológica que afecta la estabilidad de los ecosistemas naturales.
Crisis en el plano social
En el plano social, los problemas no son menores. La desigualdad social es extrema; gran parte de la población está sumida en un nivel de pobreza que no les permite disponer de los elementos básicos para la vida como agua, alimento y vivienda. De modo que se han generado grandes corrientes migratorias en todo el globo, violencia, delincuencia y enfrentamiento entre clases.
El flagelo de las drogas que ataca principalmente a nuestros jóvenes, nuestro futuro, quienes las utilizan como escape de esta dura realidad sin encontrar contención en la familia que se va perdiendo poco a poco como núcleo de sustento de nuestra sociedad.
La pérdida de los valores que nos hacen humanos: la aceptación del otro con todas sus diferencias que es la base de una convivencia saludable. Sin duda, son más profundas las cosas que nos unen que las que no separan.
Crisis en el plano económico
En el aspecto económico, hemos creado un sistema que necesita de un continuo crecimiento económico mundial para su subsistencia. No solo que este crecimiento continuo no es sustentable en el tiempo, sino que su subsistencia o supervivencia se da de una manera profundamente desigual con países de primer mundo, grandes potencias económicas, y países tercermundistas excluidos del sistema que funcionan solamente como proveedores de materias primas y mano de obra barata.
A todo esto se suma actualmente la crisis o movimiento sísmico podríamos llamar, generado en el sistema por la pandemia de coronavirus que azota a todo el mundo y seguramente nos llevará a replantearnos aspectos estructurales de nuestras sociedades, sistemas económicos y relación con la naturaleza.
Toda esta situación nos lleva a plantearnos seriamente que quizás hemos ingresado en una nueva Edad Media, una nueva etapa de oscuridad, donde se ha perdido la luz que guía a la humanidad en su camino de desarrollo. Esa luz que nos lleva a transitar el sendero que nos hace ser dignos seres humanos y reflexionar sobre lo que eso significa.
Propuesta ante las diversas crisis: el Voluntariado
Pero, ¿qué podemos hacer ante esta realidad que nos golpea día a día? ¿Hemos perdido la esperanza?
Fito Paez, cantautor Argentino dice en una de sus canciones, “quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”.
Allí quizás resida la esperanza: en nuestro corazón y en la capacidad de ofrecerlo generosamente a los demás. La verdad que no encuentro una mejor definición del Voluntariado, que “ofrecer el corazón”.
El voluntariado es el ejercicio libre de la Voluntad para ayudar a los demás y principalmente para ayudar a los más necesitados. Mediante el voluntariado podemos ser socialmente responsables y hacernos cargo del gran desafío que implica transformarnos para ser más humanos y crear un mundo mejor.
Pero, ¿Cómo lo hacemos? ¿Basta tan solo con nuestra voluntad de ofrecer?
La Voluntad de ofrecer es indispensable, pero no basta solo con eso. Para poder “ofrecer” primero hay que “tener”, y el “tener” implica conocimiento de nosotros mismos y trabajo sobre nosotros mismos. Mientras más trabajemos sobre nosotros, más tendremos para ofrecer y nuestro Voluntariado será cada vez más rico, de mejor calidad y mucho más eficiente.
La formación para el Voluntariado por lo tanto implica un trabajo de conocerse a uno mismo y buscar sacar lo mejor de nosotros. En este sentido la Filosofía es una gran herramienta para poder lograrlo.

No obstante, tampoco basta con esto. Además de conocer nuestros defectos para poder superarlos y nuestras virtudes para potenciarlas, debemos muchas veces tener conocimientos si se quieren llamar “técnicos” sobre la temática en la que vamos a ser Voluntarios. Por ejemplo, no podríamos ofrecer ayuda en una crisis sanitaria si no tuviéramos un conocimiento mínimo de la Salud.
También muchas veces es necesaria la experiencia práctica de lo que vamos a ofrecer. Por ello, por ejemplo, son necesarios los simulacros de emergencias en la formación de los Bomberos Voluntarios para tener la práctica de actuación en esa situación. De modo que en el momento del incidente la intervención será eficaz y eficiente.
Es necesario, también, que nuestra Voluntad de ofrecer venga de un espíritu de fraternidad humana: sentirnos todos hermanos y partes de un Todo. Esta es la idea que rompe con el individualismo reinante. El poder estar unidos a pesar de nuestras diferencias. Este espíritu nos ayudará a sobreponernos en los momentos en que nuestra tarea como voluntarios quizás no sea del todo grata para nuestras preferencias.
El Voluntario debe ser movido por la búsqueda del Bien Común. No debe estar movilizado por la búsqueda de reconocimiento o prestigio, ni mucho menos, para calmar nuestros cargos de conciencia. De esta forma lo que ofrezcamos siempre será con alegría.
En conclusión, podríamos decir que para el Voluntariado son necesarios tres elementos-clave:
- Libre Voluntad para ofrecer desinteresadamente en la búsqueda del Bien Común.
- Amor para poder ofrecer lo mejor de nosotros con alegría.
- Inteligencia para que nuestras acciones sean eficientes para el cambio que buscamos, atacando las raíces de los problemas y no siendo solo un paliativo de la situación.
Existiendo estos tres elementos en nosotros, podremos decir cada vez más fuerte “QUIÉN DIJO QUE TODO ESTA PERDIDO, YO VENGO A OFRECER MI CORAZÓN”.
Mariano Suarez