Es un atributo del Sol, en las culturas clásicas, su capacidad para llegar desde su lejano centro, hasta los confines del sistema solar. Este simbolismo estuvo presente en numerosas mitologías.
En las cartas de tarot egipcia, se observa a Mau, deidad solar, apuntando con sus flechas hacia la tierra. En Grecia, Apolo portando un arco de plata y sobre su carro solar, es el que “hiere de lejos”. Referencias similares encontramos en América y en India.
En la naturaleza, el Sol dispara desde lejos y sus rayos proveen el calor y la luz necesarios para la generación de la vida en la Tierra. En una faceta humana, el atma, centro invisible del ser humano, deja caer su impulso sobre la personalidad y así florecen las virtudes y las buenas acciones en el interior. Tal vez por esto, es que los héroes, gobernantes y sabios eran la encarnación del Sol en el mundo y los dioses solares los acompañaban y protegían, como es el caso de Gilgamesh con Shamash.

Esta capacidad de actuar desde la distancia, en los guerreros muchas veces se representó mediante el arco y la flecha. No es curioso entonces que Arjuna, héroe mítico de la India, fuera el mejor arquero; o Buda al pasar sus pruebas haya demostrado una destreza única con esta arma. También vemos que Ulises al regresar a Ítaca muestra su verdadera identidad pasando un desafío de precisión con las flechas. Así podríamos continuar con ejemplos que abarquen todas las culturas clásicas.
En el ser humano, desde una perspectiva interior, el Sol puede ser interpretado como la Voluntad pura que surge del atma, o partícula del espíritu cósmico; la fuerza que, desde el lejano plano “espiritual” cae sobre la materia y la moldea. Desde un punto de vista exterior, es la capacidad de actuar en el mundo que todos tenemos y de aprender a vivir en unidad, bajo el mismo Sol.
Equipo de RevistAcrópolis