Reflexiones filosóficas por el Día Internacional de la Madre Tierra

“Para aquel que mira sin ver,
la tierra es tierra nomás”
Atahualpa Yupanqui

La Tierra es un gran ser vivo que nos acoge, enseña y nutre en múltiples aspectos. Detrás de sus formas, encontramos una gran fuente de sabiduría. Pero los seres humanos en occidente, paulatinamente fuimos olvidando que somos parte de un sistema mayor y nos salimos de nuestro lugar natural.

Dicen los antiguos sabios que, si se perdieran todos los libros y todo conocimiento, nuevamente podríamos volver a leer en la naturaleza y recuperar la sabiduría olvidada, pues ella en su totalidad, es el reflejo más concreto de las Ideas atemporales.

Pero no es sencillo escuchar la voz de la tierra, a través de sus movimientos, de sus acciones y sus reacciones. Es necesario poner en juego sentidos interiores, sentidos que no utilizamos frecuentemente. Es necesario aprender a ver la unidad de este gran organismo y de todos sus órganos que lo componen.

En este artículo, dedicado al Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril), dedicaremos unas reflexiones para tomar conciencia sobre el vínculo que tenemos como especie con el planeta Tierra.

La Tierra un gran ser vivo

La tierra es Una, a pesar de las divisiones que nosotros establezcamos sobre ella. Es un ser vivo, por lo tanto, constituye un organismo, que funciona como una unidad. Es Una y está viva. Con este motivo, todos los seres que habitamos la tierra formamos parte de esta unidad. Tal vez, mantener la unidad de la tierra y de todos los que vivimos en ella es una responsabilidad que corresponda al ser humano debido a su inteligencia y su capacidad de elegir y de sintetizar.

Por esta capacidad humana de penetrar en el mundo invisible, tenemos la posibilidad de ver todos los acontecimientos naturales y sus causas, cada vez con mayor claridad. Es indispensable para comprender el Ser del planeta y aprender a ser junto con el planeta, conocer sus leyes y acompañarlas.

¿Qué es el medio ambiente?

Esta es una palabra compuesta, que hace referencia al ambiente como medio donde se desarrolla el ser humano, los animales, vegetales, minerales y todas las formas de vida dentro del Planeta Tierra. Desde hace décadas esta palabra refiere a un sistema, un conjunto de elementos tanto naturales como artificiales que condicionan la forma de vida.

Especialmente nos referimos a los seres, al clima, características geológicas, entre otras categorías. El medio ambiente es un conjunto de elementos que conforman un sistema, un organismo. Cada elemento se interrelaciona con el otro, donde uno aporta al otro.

Filosóficamente no se considera que el ser humano sea el centro; por el contrario, la humanidad se encuentra dentro de la esfera de la naturaleza. Lamentablemente, este medio ambiente en los últimos dos siglos se ha considerado al servicio del ser humano; pero olvidamos que también somos parte de este gran ser vivo que es la Tierra y más bien nosotros deberíamos estar al servicio y colaborar con la Gran Madre.

Filosofía y naturaleza

La filosofía desde tiempos inmemoriales se ocupó de esta cuestión. Los primeros filósofos del mundo occidental, los presocráticos o filósofos físicos, se encargaron de la physis o naturaleza y en ella encontraban las respuestas a las preguntas esenciales del ser humano. En la naturaleza y en la reproducción consciente de sus leyes encontraban el modo de ser humanos.

Las primeras personas que se propusieron pensar y llegar ellos mismos a conclusiones filosóficas, lo hicieron observando la naturaleza, observando el cielo, la tierra, el agua y los elementos en que se circunscribe la vida humana. Aquí la naturaleza viene a ser, no solo nuestra madre, sino también maestra.

¿Cuál es el origen del cosmos? ¿Cuál es el origen, el lugar y el sentido del ser humano en el mundo? Estas fueron pregunta que los llevaron a verse como parte de este organismo y su responsabilidad de colaborar, por formar parte. Observaron la naturaleza y en ella encontraron respuestas; Thales nos diría que la naturaleza es como el agua…Heráclito va a decir que es el fuego el origen del cosmos. Estas respuestas que, a la mentalidad racional de occidente, le parecerían simplistas, infantiles e insuficientes; en realidad, son respuestas naturales, profundas y simples.

No consideramos válido creer que a los presocráticos no les alcanzaba el razonamiento para elaborar teorías más complejas o sofisticadas, si no que tenían en claro la idea de que la naturaleza que ellos observan es una totalidad, una unidad y un ser vivo, donde el ser humano es parte de este todo. Por ello, estaba sujeto a sus leyes. Estudiaban los principios del cosmos, para entenderse a sí mismos; y buscaban en las profundidades de su interior, para comprender la naturaleza.

¿A qué se refiere el todo? Esta totalidad que comprendían, no hace referencia a “todo” en un sentido de cantidad, el “todo” no era la suma de las partes o elementos que ellos encontraban. Cuando piensan en el todo, piensan en una entidad, en un gran ser. Los filósofos se referían a las relaciones que mantienen unidos a todos los elementos. Entonces el todo no es el conjunto de elementos, si no un ser, un sistema que puede existir porque hay relaciones entre los elementos que ella contiene. El ser humano tiene la posibilidad y responsabilidad de recuperar estos lazos, que abarcan múltiples esferas y volver a convivir en armonía con el Todo.

El ser humano junto con la Tierra y el resto de los seres que en ella viven, es un elemento, un órgano más, con una función determinada. Por esto el abuso de los recursos naturales, la explotación del medioambiente al servicio de los intereses económicos y egoístas, no son solo ética o ecológicamente malos, sino que también filosóficamente lo son. Ya que el ser humano esta viviendo un rol que no es el propio, que no le corresponde.

Esta pérdida de equilibrio y armonía trae aparejada reacciones en el planeta que, viéndolas nosotros como catástrofes, solo intentan devolver al estado natural. Una pérdida de equilibrio, inexorablemente provoca fuerzas que buscan devolver el equilibrio al organismo. Esto no tendrá efectos solo sobre el ser humano, si no sobre la totalidad del sistema. Nada es gratis en la naturaleza y cada acción traerá reacciones, es una ley natural llamada Karma en oriente y ley de “acción-reacción” en la ciencia occidental desde los tiempos de Newton.

La naturaleza, maestra y madre

La naturaleza es maestra. Cuando los filósofos observan la naturaleza, en ella encuentran ejemplos acabados y completos de cómo hacer las cosas. No es algo de lo que el ser humano moderno esté lejano, pues los aviones imitan a las aves en sus formas; los grandes barcos siguen los sistemas de los animales marinos para desplazarse sobre las aguas. Así podríamos encontrar innumerables ejemplos, ya que nada está fuera de a naturaleza; ni si quiera el pensamiento, ni la imaginación humana ni sus obras.

La naturaleza también es madre. En ella nacemos, nos desarrollamos y a su seno volvemos a la hora de morir. Lo que comemos y nos nutre, viene de ella; lo que nos sana, viene de ella, lo que aprendemos, surge de ella. La tierra alimenta a las plantas, a los animales y a las numerosas formas de vida que encontramos.

Pero no solo alimenta, sino que además, respetando el arquetipo de madre, es generosa y protectora. En la sombra de un árbol todos encontramos un momento de frescura y reposo; en la tierra todos encontramos sostén y soporte; en el aire, todos encontramos el oxígeno; una flor nos muestra el color y la belleza sin importar quien mire. La naturaleza tiene su propia identidad, su propio camino y lo cumplirá lo entendamos nosotros o no. Y aunque parezcan cuestiones básicas, son estas las que debemos recordar y tener en la conciencia a la hora de actuar y de convivir.

La madre tierra es generosa. Genera la vida y la brinda sin segundas intenciones. Nosotros también podemos aprender de su ejemplo. La actitud del ser humano como buscador, como filósofo que todos tenemos en nuestro interior, no solamente incluye aprender de la naturaleza. También incluye la imitación y la colaboración.

Cuando mujeres y hombres obedecemos a la naturaleza, nos transformamos en sabios. Aún ahí, la naturaleza brinda y cada uno de nosotros resulta mejores y la humanidad es mejor. Cuando no la podemos escuchar, cuando miramos sin ver, cuando la explotamos, somos como hijos abusadores y desagradecidos; que no reconoce lo que recibe.

No hace falta ser biólogo, científico, artista o un gran activista natural; solo es necesario ser humano para reconocer estas cuestiones, tan naturales, que nos parecen ajenas.

¿Qué podemos hacer para colaborar con la naturaleza?

Si bien las acciones que cada uno de nosotros tiene en su esfera de poder no alcancen para que el planeta recupere su equilibrio sin esfuerzo y de manera casi instantánea, como muchas veces esperamos, las pequeñas acciones devolverán la armonía al organismo. Las grandes obras son el resultado de pequeñas acciones conscientes y cotidianas.

Todos podemos tener una planta en nuestro hogar, dejar de arrojar residuos en las calles y limpiar; todos podríamos cultivar, aunque sea una mínima porción de nuestra dieta en el hogar, todos podemos salir a la naturaleza y contemplar o conectarnos de la manera que mejor nos parezca. Todos podemos ser más respetuosos, más agradecidos y generosos, imitando el ejemplo de la Madre Tierra.

Un mundo nuevo y mejor va a depender de que cada uno de nosotros sea nuevo y mejor. Así que, como decían las madres antiguamente, no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy y, si sin esfuerzo tenés buenos resultados, poné un poquito más de esfuerzo y busca que el resultado sea excelente. No alcanza solo con buena voluntad, también hay que tener buenas acciones; nos lo debemos a nosotros, a la sociedad y al cosmos.

Equipo de RevistAcrópolis

Referencias:

  • Micro charla dictada por María Kokolaki titulada “Filosofía y Medioambiente”
  • Charla gratuita dictada por Delis S. Guzmán titulada «Las 7 Leyes de la Naturaleza»

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