Desde el siglo VI a. C. Cartago era una ciudad muy importante territorialmente, con gran extensión sobre el mediterráneo, siendo un lugar clave para los intercambios comerciales a través del mar. Los cartagineses poseían una importante flota de guerra que dominaba y controlaba todos los movimientos de esa zona, pero pronto van a comenzar a chocar con otra potencia naciente del mediterráneo que era Roma.

En un principio intentaron mantener la paz mediante algunos tratados donde detallaban en qué territorios podían actuar unos u otros, pero a mediados del siglo III a. C., la política expansionista de Roma, llevó al conflicto definitivo entre Roma y Cartago, comenzando así la primera guerra púnica (264 –241 a.C.).
Roma sabía que en las batallas por mar corría en desventaja, ya que Cartago poseía una flota muy desarrollada, pero los romanos fueron copiando las naves de sus enemigos y agregándoles mejoras que les permitieron tomar la ventaja. Fue así, que lograron convertirse en la primera potencia naval al derrotar en Lilibeo a Cartago, poniendo fin de este modo a la primera guerra púnica.

Las tropas de Cartago, para el final de la guerra, estaban dirigidas por Amílcar Barca, el padre de Aníbal. Con la derrota sufrida, Cartago da la orden a Amilcar de negociar una nueva paz con Roma. La ciudad le impone las condiciones de la paz, pero éstas serán muy perjudiciales para Cartago.

A todo esto, se le sumó una sublevación de mercenarios, quienes no estaban recibiendo su paga del estado Cartaginés. Se produce, entonces, una guerra civil entre los cartagineses en donde muchos ex aliados de Cartago piden ayuda a Roma para que intervenga, logrando Roma tomar el control de las islas mediterráneas que anteriormente eran territorio cartaginés.
Pasada toda esta situación que Amílcar logra controlar, los cartagineses comienzan a replantearse como revertir su situación. Amílcar decide que lo mejor era dirigirse hacia Hispania, lugar que les permitiría expandirse, agrandar su ejército y sobre todo financiarse ya que Hispania era una tierra rica en plata.
Tras pasar varios años realizando campañas militares en el interior de Hispania, Amílcar Barca muere en batalla y es sustituido por su yerno Asdrúbal, ya que Aníbal apenas tenía 19 años y no contaba con la experiencia necesaria para hacerse cargo del ejército. Asdrúbal al poco tiempo de estar al mando de los Cartagineses funda una nueva capital para Cartago en una posición estratégica, Cartago Nova, la actual Cartagena y pacta con los Romanos los unos nuevos límites geográficos para mantener la paz poniendo como frontera al rio Ebro.
Al poco tiempo Asdrúbal es asesinado y ahora si ya con 25 años de edad Aníbal toma el mando del ejército cartaginés. Aníbal va a pasar dos años consolidando el poder cartaginés en Hispania conquistando las ciudades que aún no dominaban. Una de ellas era Seguntum la cual era una aliada a Roma y Aníbal va decidir sitiarla y asediarla lo que provocó un conflicto directo nuevamente con Roma, iniciando así la segunda guerra púnica (219 – 202 a.C.).

A partir de este momento comienza la gran gesta Militar de Aníbal que va a bordear los Pirineos y atravesar los Alpes para enfrentar a Roma por el norte de Italia evitando de esta forma el combate por mar, en donde ya no tenían ningún tipo de chances de ganar y sobre todo con la esperanza de ir sumando en su camino la ayuda de pueblos que se adhieran a su causa, por el odio a Roma.
Aníbal va a dejar a su hermano Asdrúbal a cargo de las tropas en Hispania y él se va a dirigir con un ejército de 60.000 hombres y 38 elefantes hacia Italia.

La travesía, que tuvo lugar en invierno, se desarrolló en quince días, pero el precio pagado en vidas humanas fue muy alto, ya que al llegar a la altura de Turín tan solo quedaban vivos 20.000 infantes, 6.000 jinetes y un elefante. Aníbal, además, perdió su ojo derecho a causa de una infección durante el dificultoso trayecto.
Una vez lograda toda su travesía y llegado a Italia comienza un periodo de varios años de batallas en territorio romano en donde Aníbal demostraría toda su genialidad táctica derrotando a ejércitos romanos muchísimo más grandes que el de él. Así fue que, por varios años, Aníbal se convirtió en una pesadilla para Roma.
En la batalla de Cannas el 2 de agosto del 216 a.C., Aníbal venció a un ejército muy superior en número al suyo empleando una táctica envolvente y aprovechando las condiciones del terreno (estrecho y plano). Como resultado, las fuerzas de Aníbal causaron cerca de 50.000 muertos, entre los que figuraba el cónsul Lucio Emilio Paulo, dos ex-cónsules, dos cuestores, una treintena de tribunos militares y 80 senadores.
Tal vez si Aníbal hubiese decidido entrar a Roma y atacar la Capital, los hubiese derrotado y hoy la historia sería muy distinta, pero no lo hizo y dejo a Roma recuperarse. Los romanos tenían como gran virtud copiar las fortalezas de sus enemigos y aprovechar muy bien sus debilidades.

Fue así que en Roma aparecería la figura de Publio Cornelio Escipión quien hizo lo que no se atrevió a hacer Aníbal, atacar la capital, en este caso, Cartago. Escipión condujo a las legiones hasta Hispania para atacar Cartagonova y acabar con toda la presencia militar de los cartagineses en Hispania y luego decide llevar la guerra a la propia Cartago, en África.

Esto hace que Aníbal deba dejar Italia para volver en auxilio de la capital y se enfrenten al final en el año 202 a.C. en la batalla de Zama donde Aníbal es terriblemente derrotado.
Escipión neutralizó la amenaza de los 80 elefantes reunidos por Aníbal en Zama, cerca de Cartago, aplicando varias tácticas: por un lado ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales; además, pidió a varios músicos militares que desconcertaran con su ruido a los elefantes. Los romanos se encargaron de que los nerviosos animales (aterrados por el ruido y los reflejos) pasaran de largo a través de los pasillos que había dejado Escipión entre sus tropas. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas.

Al final del combate, las bajas cartaginesas se elevaron alrededor de 20.000 muertos y 15.000 prisioneros. Los romanos capturaron también 133 estandartes militares y once elefantes.
Así termina el conflicto por el dominio del Mediterráneo entre Cartago y Roma. A partir de aquí, Roma liderará indiscutiblemente la historia de su época.
Obligado a firmar un tratado de paz con Roma en 201 a. C., que privaba a Cartago de su antiguo imperio, Aníbal, que entonces contaba con 46 años, decidió entrar a formar parte de la vida política cartaginesa dirigiendo el partido democrático. La ciudad estaba dividida en dos importantes corrientes ideológicas. Primero, el partido democrático, que estaba dirigido por los Bárcidas, y comprometido a continuar con las conquistas en África a expensas de los númidas. El segundo movimiento político estaba basado en la oligarquía conservadora y en la búsqueda de una prosperidad económica basada en el comercio, los impuestos portuarios, y los tributos impuestos a las ciudades subordinadas a Cartago, y agrupado en torno a Hannón el Grande. Elegido en el 196 a. C., Aníbal restauró la autoridad y el poder del Estado, representando así una amenaza para los oligarcas, que le acusaron de haber traicionado a su país al no tomar Roma cuando tuvo oportunidad.

Después, Aníbal tomó una medida que lo alejó irremediablemente de los oligarcas. El viejo general legisló que la indemnización impuesta a Cartago por Roma tras la guerra no debía proceder del tesoro, sino de los oligarcas, a través de impuestos extraordinarios.
Los oligarcas no intervinieron directamente contra él sino que, siete años después de la derrota de Zama, realizaron un llamamiento a los romanos que, alarmados por la nueva prosperidad de Cartago, exigieron la entrega de Aníbal con el pretexto de traición.
Aníbal decidió voluntariamente exiliarse viviendo en varios países de Asia dónde mantuvo una vida activa como general. Sus últimos años los pasó en Bitinia. Al final, Aníbal se convirtió en un incómodo invitado y el rey bitinio decidió traicionar a su huésped. Bajo la amenaza de ser entregado al embajador romano Tito Quincio Flaminino, Aníbal decidió suicidarse en el invierno del 183 a. C., empleando un veneno que, según se dice, llevó durante mucho tiempo en un anillo. A pesar de todo, no está del todo claro cuál fue el año exacto de su muerte. Si, tal como Tito Livio sugiere, Aníbal murió en el año 183 a. C., el mismo año que su gran enemigo, Escipión el Africano, el viejo general cartaginés contaría con 63 años.
Las hazañas de Aníbal, y particularmente su victoria en Cannas, han sido estudiadas y analizadas por las academias militares del mundo entero. Incluso los cronistas romanos le consideran un maestro militar supremo y escriben acerca de él que «no exigió jamás a otros algo que no hubiera hecho él mismo». Según Polibio, «como sabio gobernante, supo contentar y someter a su gente, dándole lo que necesitaba, y ésta jamás se rebeló contra él ni se planteó ningún intento de sedición. Aunque su ejército estuviera compuesto por soldados de diversos países: africanos, españoles, ligures, galos, cartagineses, italianos y griegos, que no tenían en común entre ellos ni leyes, ni costumbres, ni idioma, Aníbal logró gracias a su capacidad, reunir a todas esas diferentes naciones y someterlas a la subordinación de su liderazgo, imponiéndoles sus mismas opiniones» (Polibio, Historia General, Libro XI)
Mucho tiempo después de su muerte, el nombre de Aníbal continuó representando el fantasma de una amenaza perpetua sobre la República de Roma. Se ha escrito que enseñó a los romanos, que se proclamaban fieros descendientes de Marte, el significado del miedo. Durante generaciones, las matronas romanas continuaron relatando a sus hijos cuentos terroríficos acerca del general cuando se portaban mal.
Aníbal simbolizaba de tal manera el miedo que, la expresión “Aníbal ad portas” (¡Aníbal está a las puertas!) fue común durante mucho tiempo para expresar alguna grave amenaza sobre Roma.
Alejandro Luna