Helena P. Blavatsky

«No hay nada superior a la Verdad»… palabras bellas y profundas… De autoría de Helena Petrovna Blavatsky, recordamos estas palabras en este mes, ya que justamente un 8 de mayo pero del año 1891 dejaba este mundo. No obstante ello, sigue muy presente en la actualidad a través de su legado que generosamente ha brindado a la humanidad a través de sus libros, tales como Isis sin velo, La voz del silencio y La doctrina secreta

Esa alma valerosa e inquieta que la caracterizaba  y su incesante búsqueda de la verdad oculta  y mística, la comprometieron a viajar hasta los lugares más recónditos y a escribir hasta el último día de su vida. Siempre con el objetivo de atesorar la sabiduría, mantener encendida la llama de la antorcha del conocimiento y mantener activa la cadena de maestros y discípulos a través de la filosofía. Su doctrina fue poder demostrar esos valores atemporales que perduran para siempre.  

Dicen los orientales que hay dos formas de heroicidad: una es poder hacer cosas grandes, magnificas, duraderas, brillantes, memorables y hay otra forma de heroicidad que es hacer que las cosas perduren, hacer que las cosas validas no se pierdan. Parafraseando a  Jorge Ángel Livraga decimos  que, no todos podemos cambiar la historia, pero si podemos guardar esta pequeña chispa y con responsabilidad conservarla y hacer que no se apague. De esto hablamos al referirnos a mantener activa la cadena maestro – discípulo. Citamos brevemente una parábola de Siddharta Gautama, el Buda, que expresa la importancia de poder conservar encendida una chispa del fuego, lo pequeña que sea.

Dicen que en una oportunidad, Buda estaba dando una especie de charla, a la cual fueron acercándose todos los poderosos de la Tierra. Cada uno lo hacía con su candelabro (siendo que como homenaje, al acercarse a escuchar palabras luminosas acostumbraban a llevar algún tipo de lámpara). Entre ellos había una anciana. Era muy pobre y no le alcanza su dinero para poder comprar el aceite para su pequeña lámpara. Eso la llevo a vender su cabello (símbolo de dignidad para las mujeres en India) para conseguir unas monedas y así comprar un poco de aceite. Logró tan solo conseguir unas gotas de aceite y encendió su lámpara y se sentó a escuchar al Buda.

Luego comenzó un viento terrible, que arrasó con todas las grandes lámparas menos la pequeña lámpara de la viejecita. Entonces, el Buda dijo: “Mientras que en algún lugar del universo aun el más humilde de los hombres tenga encendida la más pequeña luz, yo con esa luz incendiaré el mundo.”

H.P.B. – siglas con la que respondía a sus amigos y discípulos – fue filósofa, escritora y GRAN  MAESTRA “con mayúscula”, ya que en vida trató de despertar en los demás lo que se había despertado en ella.

Ella fue antorcha de la sabiduría y con su lámpara de luz transmitió las enseñanzas antiguas olvidadas. Mantuvo el ejemplo vivo de la persona que vive lo que enseña. Es la inspiración del trabajo desinteresado y amor hacia a los demás. Teniendo la verdad como norte, nos despedimos con otra de sus lecciones:

«Honrad la Verdad con los hechos”.

María de Jesús Cuadro

Un comentario en “Helena P. Blavatsky

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