El origen de la tragedia según Nietzsche: lo apolíneo y lo dionisíaco

Es uno de los temas que han impactado tanto el mundo filosófico como el ámbito filológico y literario; ese tratado del famoso filósofo alemán nos introduce en el mundo de la tragedia indagando sus orígenes. El autor ilumina nuestros pasos en la búsqueda de comprensión de esa cultura que equilibra entre las danzas desenfrenadas de los sátiros y la armonía transmitida por la sonrisa complaciente de los kouros. Se toma de la mitología las figuras de Apolo y Dionisos para definir la dualidad expresada en la cultura helénica. De modo que cobra sentido y atrapa nuestro interés cuando el filósofo y filólogo alemán sitúa la tragedia en el equilibrio justo que armoniza por oposición estos dos impulsos contrapuestos.

Estatua de Baco (Dionisio). Miguel Ángel (1497)

Friedrich Nietzsche comprende dos instintos naturales que operan en toda creación artística: lo apolíneo y lo dionisíaco. Son dos impulsos artísticos fundamentales que no pertenecen al artista sino que lo atraviesan. El filósofo alemán relaciona lo apolíneo con el estado del sueño y lo dionisíaco con el estado opuesto de la embriaguez donde uno está llevado por la música en comunicación con lo invisible y abstracto que no tiene forma. Lo apolíneo representa lo objetivo y lo dionisíaco lo subjetivo. En sus textos inferimos la crítica del filósofo contra la idea de considerar lo subjetivo como salvaje. Lo dionisíaco, como cosa en sí, es el impulso primero que generó lo apolíneo como apariencia, o sea manifestación de la Voluntad.

Friedrich W Nietzsche 1844- 1900

Del impulso apolíneo surgen los fenómenos fisiológicos, entendidos como apariencias en el mundo fenoménico. Son imágenes que encadenan la apariencia (en alemán: Erscheinung). El principio que rige el mundo de las apariencias es el principio de la individuación (principium individuationis). De modo que lo apolíneo se relaciona con las artes plásticas y con el poeta épico Homero quien, según Nietzsche, está apegado a la vida presentando sus héroes en busca de la fama y el reconocimiento en la memoria del pueblo que inmortaliza su vida mortal. Su contraparte, relacionado con lo dionisíaco, es Sileno que -al modo schopenhaueriano- presenta la vida llena del dolor; la posibilidad de no haber nacido es la mejor opción, pues en el olvido de uno mismo descansa la solución de la individuación.

Estatua de Apolo- Atenas. Grecia.

El instinto creativo de lo dionisíaco se relaciona con lo Uno Primordial y opera como sustrato de lo apolíneo. Es la disolución de las imágenes para llegar al olvido del sí, perder los límites de lo individual para fundirse en lo Uno Absoluto, que es lo único que realmente existe, todo el resto es ilusión (Maya). Maya es la materia del mundo, es hija de lo irreal y madre de la muerte. Lo dionisíaco es lo inefable, se relaciona con la música y la danza haciendo resonancia con el coro y las danzas báquicas de las ménades. Estos dos impulsos artísticos atraviesan dos poetas: el épico Homero y el lírico Arquíloco. Nietzsche señala que la épica es una mímesis de las imágenes y la lírica es la imitación de lo rítmico. El yo lírico es un yo en embriaguez, un sujeto representado. Hallamos, también, estas dos fuerzas en la sonrisa apacible de la complacencia representada en las estatuas helénicas en oposición a la risa a carcajadas de los coros báquicos.

Procesión dionísica- British Museumq

Lo bello se manifiesta en lo apolíneo por medio de formas bellas. Sin embargo, en lo dionisíaco descansa lo sublime, pues es la imagen de lo impresentable: la manifestación sensible de ideas irrepresentables, símbolos de lo imaginable. Todo lo místico encaja en lo sublime en tanto que la experiencia mística es una experiencia de unidad con el Todo. Es por eso que Nietzsche afirma que “la existencia del mundo no puede justificarse sino como fenómeno artístico”. La vida no tiene sentido pero merece ser vivida. Es la risa de Sileno que menosprecia el individuo efímero e ilusorio. De este modo, el arte es la elevación de la vida a un plano superior y auténtico, pues la vida es la mentira de la ambivalencia.

Sátiros atacando a las Ninfas- Rubens- Museo del Prado

Un concepto fundamental para comprender lo dionisíaco es el del entusiasmo propio del dios Dionisos ya que su madre Sémele es la diosa del entusiasmo a quien, según la mitología, se reveló Zeus con todo su esplendor. El entusiasmo es un estado de posesión por la divinidad. Es por eso que se identifica con el impulso dionisíaco que tiende a la unidad, en este yace la indiferenciación y la continuidad. Los instrumentos musicales de viento, como por ejemplo la flauta tocada por los sátiros, representan la continuidad e indiferenciación. En oposición con la lira, instrumento musical propio de Apolo, cuyo sonido es discontinuo y diferenciado.

Sátiro tocando la flauta.- Jacob Jordaens

El origen de la tragedia es el coro embriagado de los sátiros que no son en ningún modo, como sostiene el filósofo alemán, los representadores del pueblo. Los sátiros son seres supra naturales. En efecto, no representan la condición bestial y monstruosa sino la sabiduría humana en su estado puro. El coro expresa la pérdida de la individuación mientras que el coreuta combina el estado de individuación con su pertenencia en el coro. El coro dionisíaco descarga imágenes dionisíacas. Lo Uno absoluto (en alemán: Un-Eine) se satisface a sí mismo apareciendo. En efecto, lo trágico es el momento único donde se complementan estas dos fuerzas opuestas, en ese momento encuentran unidad como si de un proceso espiralado se tratara. La tragedia es la manifestación apolínea de un contenido dionisíaco. Es la expresión en la escena por medio de la representación del contenido abismal, no imaginable, que el coro embriagado, fuera de sí, encontró. La tragedia se presenta en una unidad simbólica onírica ya que lo dionisíaco engendra visiones que se expresan en el sueño de coro. El efecto de la tragedia es el involucramiento, en oposición a la epopeya que es la contemplación que mantiene a distancia al receptor. La tragedia es una antítesis estilística resuelta en sí misma; la visión lírica se manifiesta en la escena épica.

El coro en la tragedia griega.

            Nietzsche afirma que la muerte de la tragedia no es lenta sino más bien un suicidio que empieza ya en Sófocles, pues el tragediógrafo no comprende el papel mítico del coro. Luego, según el filósofo alemán, Eurípides no entiende la tragedia y la transforma en algo racional y entendible, de modo que el socratismo invade a lo apolíneo y expulsa lo dionisíaco. Nace el argumento y muere el efecto dionisíaco. Lo inteligible y racional invade el lugar de lo trágico y mítico. La máxima de Sócrates “solamente el que sabe es bello” relaciona la sabiduría con la belleza exiliando lo sublime como la imagen de lo impresentable. El éxtasis dionisíaco, comprendido como la disolución de lo individual, se reemplaza por lo patético en las obras de Eurípides. Nietzsche aclara que el daimon socrático no es un dios inspirador sino un espíritu limitante. Lo racional y lo realístico no son elementos de lo artístico lo cual comprende como lo dionisíaco y no como una techné. Con el socratismo muere la tragedia y nace el goce a la ciencia, afirma el filósofo alemán.

“¿Cuál es el fin, peor aún, cuál es el origen de toda ciencia? ¿El espíritu científico no es, acaso, más que un temor y un refugio contra el pesimismo, una ingeniosa defensa contra la verdad y, moralmente hablando, algo así como miedo e hipocresía, y, hablando inmoralmente, astucia? ¡Oh Sócrates, Sócrates! ¿No será este, quizá, tu secreto? ¡Oh misterioso ironista!, ¿era esta, quizá tu ironía?” – Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia.

María Kokolaki

2 comentarios en “El origen de la tragedia según Nietzsche: lo apolíneo y lo dionisíaco

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