
En esta oportunidad les presentamos la primera obra publicada por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Este libro, controvertido para su tiempo, expone una mirada histórica, pero sustentada en lo simbólico y mitológico, sobre el nacimiento de la tragedia.
“Mucho es lo que habremos ganado para la ciencia estética cuando hayamos llegado no sólo a la intelección lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición de que el desarrollo del arte está ligado a la duplicidad de lo apolíneo y de lo dionisíaco”.
Así comienza la obra, donde Nietzsche pone cuerpo a una voz extraña, diciéndose discípulo de un «dios desconocido» todavía, que por el momento se escondía bajo la capucha de doctor y firmaba con el nombre de Dioniso.
En su búsqueda de los orígenes de la tragedia, comprende dos instintos naturales que operan en toda creación artística: lo apolíneo y lo dionisíaco. Son dos impulsos fundamentales que no pertenecen al artista, sino que lo atraviesan. Lo dionisíaco es lo inefable, se relaciona con la música y la danza, mientras lo apolíneo expresa las formas bellas.
La tragedia, en Grecia antigua, no constituía solamente una obra de teatro, eran representaciones simbólicas de la vida humana. La tragedia constituye un arte, porque vivir es un arte: “la existencia del mundo no puede justificarse sino como fenómeno artístico”.
La vida como la tragedia, se completa en el equilibrio armónico entre estos dos impulsos primordiales. Apolo simboliza el velo y Dionisos aquello velado. Lo visible y lo invisible, luz y oscuridad, lógica e intuición, entendimiento y experiencia.
Así como en el caduceo las serpientes alcanzan las alas entrelazándose alrededor del eje que les da altura y sostén, así la tragedia se completa -en la obra y en uno mismo- cuando lo apolíneo y lo dionisíaco se unifican, cuando el dos se hace uno.
Los invitamos a leer el artículo “El origen de la tragedia según Nietzsche: lo apolíneo y lo dionisíaco”: revistaacropolis.org/2020/01/28/el-origen-de-la-tragedia/