Del latín felicitas proviene la palabra felicidad y tenemos dos focos romanos que hablaron de ella. Por un lado, aparece relacionada a la fortuna, al placer y al buen destino, según palabras de Cicerón (S. I a.C.). Mientras que, Plinio, 200 años después, la asocia con la fertilidad.
Del término se desprende el adjetivo félix, cuyo significado originario fue “fecundo”, “fértil”, “productivo”, “fructífero”… La felicidad entonces pareciera ser un atributo de aquel afortunado que logra ir de la mano con el destino volviéndose fructífero.
Filosóficamente, el ser humano se vuelve fecundo cuando madura, cuando los resultados de sus acciones sirven a sí mismo, al entorno en el que vive y a la naturaleza en general, respetando sus leyes. La felicidad y el servicio van de la mano. Nadie que persiga fines puramente egoístas podría, según el origen de la palabra, alcanzar la felicidad.
¿Será que quien conoce su destino y lo vive se vuelve un ser útil para la humanidad y encuentra así la felicidad?
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