El ser humano y el universo: seres vivos en continua evolución

El universo, en las antiguas tradiciones filosóficas, siempre fue visto como un gran y único ser, recibiendo la denominación de macrocosmos. El mismo está compuesto por organismos de menor escala o microcosmos, como las galaxias por ejemplo, que a su vez lo están por otros seres más pequeños, como nuestro sistema solar. Afinando el foco, podemos llegar a ver que el ser humano, una infinitesimal parte del sistema planetario regido por el Sol, también está compuesto por innumerables “universos” más pequeños, como los átomos.

Grabado Flammarión- autor desconocido. Se encontró en el libro de Camile Flammarión (astrónomo frances) París 1888.Al pie de la ilustración reza: «Un misionero medieval cuenta que había encontrado el lugar en que el cielo y la tierra se encontraron»

Por ser parte de una unidad esencial y sin importar la escala, todo el universo manifestado está sujeto a las mismas leyes naturales. La ley de los ciclos, por ejemplo, afecta tanto a nuestras moléculas, como a las estrellas. Microcosmos y macrocosmos están ligados esencialmente, aunque varían en tamaños y formas. La individualidad y la totalidad mantendrían una relación inseparable.

La relación del hombre, el microcosmos con el universo, el macrocosmos mostrando las esferas del sol, la luna y los planetas.

En el decir de sabios y filósofos, hay tres características que representan a la biología universal: todos los seres vivos reciben, procesan y brindan. Así por ejemplo, sabemos que los árboles reciben nutrientes y agua por sus raíces, la transforman en su interior, mientras se elevan por el tallo hasta su parte más elevada, crecen, se desarrollan y luego dan sombra, oxígeno, frutos… Podemos observarlo fácilmente en animales y en los propios humanos.

Inclusive, si tratamos de estudiar esta cuestión en mujeres y hombres, podríamos preguntarnos si, bajo este enfoque natural, cada uno de nosotros es un ser vivo. ¿Estuve abierto a recibir algo del entorno, o solo atendí mis problemas egoístas? ¿Procesé las experiencias y las convertí en vivencias claras o fueron a parar al fondo de la memoria al que difícilmente podemos acceder concientemente? ¿Brindé algo a la humanidad y a la naturaleza para que sea mejor cada día?

Las tradiciones antiguas percibían un espectro más amplio de seres vivos, entre ellos se puede mencionar a los planetas y a los minerales que, por ejemplo, se alimentan de presión y temperatura, sufren transformaciones que los geólogos tiene bien estudiadas, y luego brindan soporte para que los demás seres puedan apoyarse y vivir. Hoy por la percepción materialista y mecánica que tenemos de la naturaleza se nos hace difícil seguir esta percepción. Las culturas clásicas extendieron el concepto de ser vivo a todo lo que existe.

Según estos conocimientos transmitidos oralmente en mayor medida, todo lo que se mueve está vivo y todo lo que vive evoluciona. Los seres vivos entonces, en continua evolución van sufriendo transformaciones que los llevan a cambios en sus estructuras externas e internas, perfeccionándose con cada ciclo. Estas nociones cosmológicas pueden encontrarse en los escritos de los primeros estoicos[1], por ejemplo.

Pero por nuestros días y desde hace un par de siglos, la validez de los conceptos viene dada por los sistemas científicos, por aquello medible, comprobable; aquello que se encuentra sobre la superficie material de los procesos.

¿Y qué nos dice la ciencia al respecto? Es conocido que cada vez aumentan las coincidencias entre el ámbito científico y las enseñanzas tradicionales. Podemos encontrar claros ejemplos en el libro El Tao de la Física de Fritjof Capra.

Otro personaje que aborda cuestiones filosóficas desde la ciencia, es el científico ruso Ilya Prigogine. En una conferencia llamada El nacimiento del tiempo donde se explaya sobre las nociones de la evolución en la física contemporánea, dice que «(…) parece existir una flecha del tiempo común a todo el universo (…)». Nuevamente se llega a la conclusión de que existen leyes que atraviesan el cosmos, ahora desde la ciencia y no podemos separarnos de esta idea si queremos comprender la naturaleza.

Pero, ¿qué es la evolución según este científico? En la misma conferencia, Prigogine menciona que la ciencia encuentra tres exigencias para satisfacer la idea de un universo en evolución: la irreversibilidad, la probabilidad y la coherencia en los sistemas y procesos.

La irreversibilidad puede verse en las transformaciones constantes que llevan a encontrar una forma estable y ya no dan vuelta atrás. Sabemos que un árbol crece en altura, pero nunca decrece por sí mismo. Cuando la Tierra se trasladó un arco de circunferencia alrededor del Sol en un sentido, no regresa sobre su trayectoria, continúa. Un río que desciende de la montaña en camino hacia el mar, no vuelve a subir jamás por el mismo cauce.

«La irreversibilidad es una propiedad común a todo el universo: todos envejecemos en la misma dirección», va a comentar Prigogine.

Modelo de la científico que representa la evolución del universo desde el Big Bang en una dirección determinada. La irreversibilidad es una propiedad común a todo el universo.

La aparición de la probabilidad se vuelve necesaria para la ciencia, no solo porque se desconozcan las variables que influyen en un proceso y sus valores, sino porque existen otras leyes que no se alcanzan desde la comprensión humana y su desconocimiento hace imposible asegurar con certeza el porvenir. Por ejemplo, podemos poner un huevo sobre la punta de una pirámide, medir el viento, la temperatura, la presión, la posición del objeto, pero nunca saber sobre qué cara se va a deslizar. Por ejemplo, cuando se estudian “partículas” subatómicas, como el electrón, se sabe que por tener una doble naturaleza onda-partícula, se puede conocer con cierta precisión la posición o la velocidad del mismo, pero nunca las dos variables a la vez. Aquí aparece la probabilidad como condición que caracteriza a los fenómenos.

Resultado de ensayos con partículas subatómicas (más pequeñas que el átomo). En esta escala cuántica es imposible determinar con certeza la posición y velocidad de una partícula en un momento determinado, por lo que estos estudios se trabajan en términos de probabilidad.

Finalmente, la coherencia de los sistemas, la correcta interrelación entre sus partes es lo que brinda estabilidad a los procesos y hace que las transformaciones alcancen mayores niveles de perfección. Platón en sus diálogos va a mencionar que la perfección se encuentra en el Mundo de las Ideas, en los cuatro arquetipos: lo bueno, lo bello, lo justo y lo verdadero. Un objeto es más perfecto, en la medida que más se asemeje a lo arquetípico.

Imagen que ilustra la idea de patrones fractales de desarrollo en la naturaleza para distintas escalas. Puede verse la coherencia en niveles cósmicos, terrestres, humanos, animales y vegetales.

Estas mismas tres características las vamos a encontrar estudiadas en el ser humano en todas las escuelas de filosofía que tuvieran la moral trascendente como eje. Como la Sangha impulsada por Buda, las escuelas de formación de carácter de los aztecas, la Academia de Platón o la “Escuela de los Letrados” instaurada por Confucio en China.

La irreversibilidad en la conciencia humana puede encontrarse en las enseñanzas recopiladas por estas escuelas. Se hace mención de que el ser humano, en su camino evolutivo no pueden dar pasos hacia atrás. Por lo tanto cada conquista, cada etapa que se supera, queda como cimiento para las próximas, mientras que aquello no superado, retorna en cierto momento y uno debe dar batalla nuevamente.

Ilya Prigogine- …»parece existir una flecha común a todo el universo…»

Aquello que el ser humano puede conquistar son las virtudes; Aristóteles va a comentar que el desarrollo de las virtudes[2], a través de la práctica continua, es el camino para alcanzar la felicidad. Una vez conquistadas, se convierten en herramientas para superar nuevos desafíos. En este camino de mejoramiento personal, el ser humano va transformando su carácter de manera irreversible; en términos de alquimistas, lo transmuta.

La probabilidad en el ser humano aparece por aquello a lo que no puede accederse concientemente y por lo tanto, permanece desconocido. Muchas veces las personas realizamos acciones, emitimos palabras o pensamientos que nos son incontrolables, lo hacemos de manera inconsciente. Estos hechos justamente por escapar a nuestro control y desconocer sus causas, responden a la ley de probabilidad; es probable que ocurran, pero no sabemos cuándo ni de qué manera. Por eso las escuelas de filosofía al inculcar el conocimiento de la propia personalidad, ayudaban a tener cierto dominio sobre uno mismo, en los diversos planos de acción. La conquista de las virtudes lleva a un conocimiento y dominio de la personalidad que permite ahondar en lo subconsciente. Aquello que antes era invisible, con el avance en el camino evolutivo va tomando formas definidas.

Finalmente, la coherencia en el ser humano debe darse entre el plano mental, el plano emocional y el plano físico. Cuando estos tres funcionan al unísono, uno puede convertirse en una persona ética. Su personalidad es ahora un vehículo coherente y útil para los demás. Mientras la personalidad se va desarrollando, también puede poner en práctica valores humanos y trascender el propio egoísmo. Nos convertimos así en un organismo vivo, que responde a un organismo mayor, que es la humanidad.

Pintura tradicional tibetana o thangka que muestra la rueda de la vida y los rayos del Samsara. El Samsara representa los ciclos de vida y muerte del ser humano en su evolución hasta volver a su lugar de partida.

Para que los organismos puedan alcanzar las exigencias mencionadas y considerar que evolucionan, necesariamente deben verse como entes interrelacionados entre sí. Cada sistema forma parte de una red cósmica donde cada uno recibe de sus vecinos, procesa en su interior y brinda hacia adelante, para que las subsecuentes entidades puedan repetir el ciclo.

Escalera caracol del Museo del Vaticano. La espiral es una de las formas más relevantes relacionadas con la vida y su constante evolucion

Si la evolución es característica del universo, el ser humano debería evolucionar también y así estar vivo. Pero, ¿cómo evolucionamos mujeres y hombres? Para las tradiciones filosóficas evolucionar en el ser humano es convertirse en personas que busquen coherencia entre pensamientos, emociones y acciones; que vivan por la unión entre las personas, el conocimiento de la naturaleza y el desarrollo de sus capacidades más profundas, hasta alcanzar el pleno dominio de uno mismo y disminuir las probabilidades de alejarse de su destino. Que conquisten la virtud en pos de la práctica de los valores atemporales y del bien común.

Con el avance de los descubrimientos científicos, sobre todo de científicos filósofos como los mencionados en el artículo, se va dejando atrás una concepción inerte y estática del universo, para darle paso a la interpenetración de lo micro y lo macro sustentado por las mismas leyes, unificando los fenómenos a sus causas esenciales. Se va dejando atrás la concepción materialista del ser humano y la noción robótica que tenemos de nosotros mismos. Paulatinamente la ciencia vuelve a acercarse a las enseñanzas clásicas y todo se encamina a una sola conclusión: el universo, como el ser humano, es un ser vivo y en continua evolución. Pero solo podremos percibirlo, en la medida que cada uno de nosotros pueda sentirse verdaderamente vivo.

Franco P. Soffietti


[1] Algunos detalles más específicos sobre los estoicos pueden encontrarse en: https://revistaacropolis.org/2019/08/27/los-estoicos-aquellos-filosofos-practicos/

[2] Este autor describe a la virtud como el justo medio entre un exceso y un defecto. Por ejemplo, la valentía es la virtud que se encuentra entre la cobardía, como defecto y la temeridad como exceso.

4 comentarios en “El ser humano y el universo: seres vivos en continua evolución

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