Una mirada filosófica a conceptos fundamentales de la mitología nórdica

El registro de la mitología nórdica proviene de dos fuentes principales: las Sagas y los Eddas. Las primeras son recopilaciones de relatos míticos e históricos de autores anónimos originarias principalmente en Islandia[1]. Los Eddas, por otra parte, guardan el corazón de la mitología nórdica.

          Dentro de las Eddas tenemos dos grandes grupos: Edda en prosa o Edda Menor y Edda poética o Edda Mayor. Snorri Sturlinson fue el encargado de compilar el Edda Menor hacia el año 1220, dotando de eternidad a las tradiciones orales de los pueblos escandinavos al dejarlas escritas. La otra compilación, conocida como Edda Mayor, fue elaborada por un personaje misterioso llamado Saemund “el sabio” y complementa a la anterior; aquí se encuentra el famoso Voluspa, relato de cuando Odín se reunió con Volpa, una sabia bruja que le contaría aquello que recordaba sobre el origen del universo:

Edición de la Edda Menor del año 1666

El surgimiento del cosmos

          Al Principio era el Ginnungagap. Esto era el vacío, el abismo de la gran profundidad, sin principio ni final; lo que en Egipto las Aguas Primordiales, la Noche bíblica o el Caos griego. Pero no era este un caos por el desorden, sino más bien, un superorden incomprensible a la razón humana. Las mitologías cosmológicas comienzan con esta etapa en que las cosas no existen, donde el cosmos aún no fue creado.

Ilustración de las fuerzas primordiales en el vacío

          En esta matriz del mundo -Ginnungagap-, el Niflheim, la niebla perpetua, se congela y surge la materia helada. Luego el Dios Invisible que reside en el fondo del abismo sopló un viento ardiente y con este calor del Muspelheim (fuego primordial), disolvió las aguas congeladas y aclaró la niebla. Estos dos impulsos primordiales son los que, en su eterna lucha armónica, a través de encuentros y desencuentros, pondrán y mantendrán la vida en movimiento; la quietud absoluta del hielo y el movimiento perpetuo del fuego -la dualidad en conflicto- darán el origen de todas las cosas. Estos principios nos recuerdan a Platón, cuando en el Timeo menciona que el Demiurgo, toma la tierra y el fuego para crear el cosmos, necesitando, a su vez, del agua y el aire, como elementos intermedios para unificar la creación.

          De las aguas primordiales derretidas surgirá la Tierra y los primeros seres vivientes: el gigante Ymir y la vaca Audumla. El gigante Ymir simboliza, en una clave de interpretación, a la materia, recientemente diferenciada del caos primordial; el proceso primero de la creación donde aparecen los elementos naturales. La vaca Audumla, por su parte, es símbolo de la Gran Madre universal, el alma cósmica que mantendrá a toda la creación unida y vitalizada.

          Audumla lame los mares de hielo inertes y los convierte en leche, alimento nutritivo del gigante Ymir. De las ubres de Audumla surgirán los cuatro ríos del universo que alimentarán la creación completa. Es interesante destacar que la idea de la vaca está presente en numerosas tradiciones: Kamadhemu en India, en cuyo interior residen todos los dioses; Hathor en Egipto, que será la que proteja a Horus; la vemos también en las tradiciones budistas, ya que el nombre de Siddhartha Gotama, se relaciona con aquel que guía a la vaca Go; en tradiciones africanas vemos que las vacas son la creación de Dios, por las cuales los hombres descienden a la Tierra para pastorearlas mientras se alimentan. También es importante la noción de la leche como el alimento puro y primero de la creación; la palabra Galaxia, viene de gala, que en griego clásico era leche y la Vía Láctea, la porción del universo en la que se encuentra nuestro sistema, lleva el nombre de este alimento también.

          Audumla lamerá un gran bloque de hielo, que de su interior saldrá Buri, “el productor”. Buri tendrá un hijo llamado Bor, cuyo nombre significa “el nacido”. Del sudor del gigante Ymir nacerán los gigantes de hielo, de quienes verá la a luz Bestla. De la unión de Bor y Bestla nacerán los tres dioses principales de la mitología nórdica: Odín, Vili y . A partir de este momento, gigantes y dioses estarán en continuo conflicto hasta el momento en que concluye el universo: el Ragnarok. Nuevamente en la mentalidad nórdica se encuentra la lucha como motor de la vida.

Pintura del artista danés Nikolai Abraham Abildgaard

          Esta tríada divina de dioses serán los primeros seres concebidos y con ellos se completa la creación. Los tres hermanos enfrentarán al gigante Ymir y lo matarán para crear el Universo. De su sangre saldrán las aguas, los ríos y todos los líquidos del mundo; de sus huesos surgirán las montañas, de sus dientes las piedras; de sus cabellos los árboles y bosques y con su cráneo izarán la bóveda celeste sostenida por los cuatro enanos: Nordri, Sudri, Austri y Vestri, los cuatro puntos cardinales.

Odín, Vili y Vé enfrentando al gigante Ymir

          Esta noción, en que los dioses de una tercera o mayor generación se enfrentan a gigantes o monstruos que los preceden, parece ser una ley natural, pues la lucha entre generaciones, para la formación de un mundo nuevo se ve repetidamente en las mitologías. En Grecia, la lucha entre dioses y titanes, concluida cuando Zeus mata a su padre Cronos; en Mesopotamia, cuando Marduk parte en dos al monstruo marino Tiamat.

          Vemos en este proceso un paso del Caos primero, al orden, también llamado Cosmos. El caos, lo que aún no tiene forma definida y está en conflicto continuo será fraccionado, diferenciado, distinguido y una deidad lo ordenará, ubicando cada cosa en el lugar que le corresponde, para servir de la mejor manera al desarrollo cósmico evolutivo.

El Árbol de la Vida o Yggdrasil

          El Cosmos, el universo ahora creado será simbolizado por el árbol de mundo: el Yggdrasil, representado por un fresno perenne. Este árbol simboliza la vida universal, así orgánica como inorgánica y en él se encontrarán manifestadas las leyes universales, la ley de los ciclos, de muerte y nacimiento. El árbol es símbolo del Axis Mundi que sostiene y mantiene unido todo lo que es y lo que existe. Los tres planos del cosmos serán entonces: el plano celeste, de las ramas que buscan el cielo; un plano invisible, en el inframundo donde se enraíza el árbol y un plano intermedio, la superficie, donde la vida como la conocemos se desarrolla; donde el ser humano vivirá y morirá.

Ilustración del Yggdrasil

          Entre las raíces y ramas del Yggdrasil se unifican los nueve[2] mundos, en los que habitan los siete seres vivos mencionados en las Eddas: Helheim, el hogar de los muertos;  Svartalfaheim, el hogar de los elfos oscuros y de los enanos; Niflheim, el hogar de las tinieblas y el terror; Jötunheim, el hogar de los gigantes; Midgard, el hogar de los humanos (también conocido como Mannaheim);  Vanaheim, el hogar de los vanir (antiguas deidades de las fuerzas naturales);  Alfheim, el hogar de los elfos de la luz (también conocido como Ljusalfheim); el Asgard, el reino de los dioses (Æsir) y el Muspelheim, el mundo primordial de fuego.

          Tres son las principales raíces del Yggdrasil. Una se extiende hacia el cielo, hasta el reino de los aesir, donde se encuentra la fuente Urder (manantial de vida). La segunda raíz se extiende hacia la morada de los magos o gigantes de las altas montañas, donde se halla la fuente de Mimmer, en la que se encuentra la sabiduría eterna y en la que Odín dejó su ojo como prenda para poder beber de ella. Por último, está la tercera raíz, la cual se dirige hacia el reino de las tinieblas y el frío, donde mana la fuente Hvergelmir, fuente de los ríos helados, rugiente hervidero de las pasiones humanas; esta raíz será roída por la serpiente-dragón Nidhögg. Este “rugiente hervidero” del que se alimenta la poderosa serpiente, se identifica con la vida humana en la tierra, en el plano más denso de su manifestación, expuesto a todas las pasiones nacidas de la ignorancia y falta de plenitud; es el estado en que el ser humano vive solo de sus pasiones y deseos egoísta, el “infierno en vida”, donde aquellos pensamientos y sentimientos que no se han purificado, alimentarán a la serpiente terrible.

          Delimitando el cosmos encontramos a la serpiente Migdard o Jörmundgander, que mordiéndose la cola rodea al Yggdrasil. Con su venenoso aliento amenaza la vida universal y será contra quien luche Thor en el Ragnarok o final de los tiempos.

          También puede observarse un águila sin nombre coronando el Árbol; el águila prácticamente en todas las culturas es el símbolo de lo elevado, lo que tiene el contacto más cercano al Sol; también tienen la capacidad de observar el paisaje en general, pero poder enfocarse en un objetivo específico. En lo más bajo del árbol encontramos serpientes que están continuamente mordiendo las raíces del árbol, encabezadas por Nidhögg. En el tronco hay una ardilla –Ratatoskr– que va a subir y bajar por el tronco, comunicando los tres mundos; propia de Midgard descenderá, verá lo que ocurre en las raíces y subirá a la copa a contarle al águila.

          Las tres nornas son las encargadas de velar por el Árbol del Mundo. Llamadas Urdhr, Verdandi y Skuld, símbolos del pasado, el presente y el futuro,cada día sacan agua de la fuente de Urder para regar las raíces del árbol. Estas tres nornas son las tejedoras del destino de todos los seres que habitan en Yggdrasil y nos recuerdan a las tres Morias de Grecia, que entretejen lo que ocurrió, los que sucede y lo que vendrá.

Las nornas Urðr, Verðandi y Skuld debajo del árbol del mundo Yggdrasi, por Ludwig Burger (1882)

          Este árbol va a ser lo que vitalice toda la creación. Los vegetales, en general, son símbolo de vitalidad, de movimiento vertical y de transformación. El árbol se alimenta desde el mundo invisible, se desarrolla en el mundo visible y sus ramas se extienden hacia el cielo, hacia la luz del Sol; el tronco será el elemento tercero que unifique el cielo y la tierra. Yggdrasil es el Macrocosmos y el ser humano será creado a imagen y semejanza del mismo; por lo tanto, será un Microcosmos, que tomará su misma esencia y se desarrollará en tres planos, unificando concientemente Cielo y Tierra.

El nacimiento del ser humano

          Sobre el origen del ser humano la tradición nórdica cuenta que los tres dioses caminaban por la orilla de un río y en un momento observan dos troncos antropomorfos, se acercan a ellos y le dan vida. Al hombre lo crearon de uno de “Ask”-el fresno-, de igual naturaleza que el Yggdrasil; la mujer será creada de “Embla”, el olmo.

          Como el hada madrina, con su varita mágica coronada por una estrella, hace con Pinocho en los cuentos de Disney, los tres dioses le darán la chispa divina que convertirá a estas maderas en un ser humano vivo. Odín lo dotará del espíritu, el soplo vital, el alma; Ve (Lodur) brindará sangre y huesos y Vili (Hönir) la inteligencia o razón pura (manas) y los sentidos conscientes, que le permiten experimentar en el mundo manifestado para acercarse al mundo eterno.

«Hœnir, Lóðurr y Odin crean Askr y Embla», de Lorenz Frølich (1895)

          Así como el ser humano es fractalmente un Yggdrasil -en otra escala-, la mente pura equivale simbólicamente a la serpiente del gran árbol; es el eslabón que mantiene unido los planos celestes con la tierra; lo que permite al ser humano llegar a los dioses. Esta visión es equivalente a la constitución tripartita de la filosofía griega: cuerpo (Soma), alma (Psique) e inteligencia (Nous).

          Un detalle simbólico interesante es que, al unificar la primera letra de los árboles Ask y Embla, se forma Æ; esta partícula coincide con el comienzo de la palabra Æsir, nombre con que se conoce a Odín y sus hijos. El ser humano entonces, en la unión profunda del hombre y la mujer, tienen la misma raíz divina que los dioses.

          Una de las características propias del ser humano es hacerse preguntas esenciales, para llegar, por medio de la razón a la comprensión de lo atemporal. El nombre “Ask” nos recuerda a la palabra homónima en inglés que significa preguntar; el hombre entonces en su nombre, mantiene su naturaleza, de llegar a la raíz a través de los profundos cuestionamientos.

          Tal vez, por su origen en la madera, los vikingos quemaban a los grandes personajes de su tiempo junto con sus barcos al fallecer. Pues las acciones humanas, su cuerpo, debía ser el combustible que mantuviera el fuego eterno de los dioses ardiendo en el Midgard.

Representación de un funeral vikingo

          Los dioses pueden comunicarse con el mundo de los humanos gracias a un puente-arco iris llamado Bifrost que conecta Asgard con Midgard. El puente es un símbolo fundamental, por ejemplo, Antahkarana entre los hindúes, representaba la conciencia, que permite unificar concientemente el mundo del ser, donde habitan los dioses, donde reside la deidad en cada uno, con la personalidad, o la máscara con que este ser celeste aparece en la vida. El ser humano tendría la tarea de ir construyendo en su interior este puente, desde abajo hacia arriba, para unir los dos mundos: cielo y tierra.

          Existe otra deidad muy importante referida al Bifrost que es Heimdall; este será el protector del puente. Armado por un casco de carnero y un cuerno sonoro, es símbolo de la voluntad en marcha presto para llamar a los dioses a luchar cuando los gigantes se avecinen al Asgard.

Heimdall protegiendo el Bifrost

          Heimdall es padre de la humanidad conciente, no es padre de su cuerpo o su alma, sino de la chispa divina que enciende el fuego eterno latente en el corazón de cada ser humano. De alguna manera es la voz de la conciencia, el daimon socrático, que está presente continuamente llamando al héroe dentro nuestro para defender lo atemporal ante la amenaza de los gigantes -la inercia y el egoísmo-. Con esta llamada, el ser humano buscará convertirse en héroe y colaborar con los dioses.

          Así como el Hellheim es el lugar de las almas en pena, el reino del olvido, donde los seres humanos que, por astutos, mentirosos, egoístas, indignos vivirán, el Asgard será el hogar de mujeres y hombres, que vivieron su vida heroicamente.

Entre muchas otras cuestiones, estos fueron algunos de los recuerdos que Volpa proporcionara a Odín.

Monumento al vikingo Gimli, Manitoba, Canadá

          La mentalidad guerrera estuvo profundamente enraizada entre los pueblos nórdicos. La vida estaba regida por una constante lucha; afrontar el conflicto entre las dualidades, librar esta batalla entre las pasiones y lo eterno, convertía la leña tirada en un ser humano vivo. Velar valientemente por los valores atemporales y las virtudes moldeó la vida de los vikingos y estos influyeron toda Europa y en la actualidad, todo el mundo occidental.

          Tal vez podamos recordar alguna de estas enseñanzas y llevarlas a la práctica en la vida cotidiana. Y así, escuchando el llamado de Heimdall, combatir a los gigantes hijos del hielo que habitan en cada uno de nosotros y no son más que la avaricia, la mentira, la pereza, el materialismo, el egoísmo y toda forma de separatividad que nos fragmenta como humanidad y como individuos. Quizás así podamos devolverle a este mundo, que bastante se parece al infierno Hellheim, el brillo de la Tierra Media iluminada por los sentimientos puros, por la virtud, por los valores atemporales y los altos ideales.

Franco Soffietti

Referencias:

[1] – Doctrina Secreta de Helena P. Blavatsky.

[2] – H.P.Blavatsky: notas de simbología vikinga, de José Carlos Fernández: https://josecarlosfernandezromero.com/2018/05/31/h-p-blavatsky-notas-de-simbologia-vikinga

[3] – Yggdrasil y los nueve mundos de la mitología nórdica, de Juan Pérez Ventura: https://vaventura.com/cultura/literatura/yggdrasil-y-los-nueve-mundos-de-la-mitologia-nordica/


[1] Esta última isla mantuvo, casi sin alteraciones, la tradición nórdica; inclusive se dice que, en la actualidad, si apareciera un vikingo, podrían entenderse con la gente de Islandia, pues el idioma se mantuvo cercano.

[2] El nueve que surge de multiplicar tres veces el número tres, es un número simbólico muy importante en esta mitología.

4 comentarios en “Una mirada filosófica a conceptos fundamentales de la mitología nórdica

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