El mito de Quetzalcóatl

Introducción

Este mito guarda los valores de la cultura azteca y de alguna manera, también guarda los valores de todo el continente americano. Porque existe una característica particular en estas tierras y es que los pueblos desde el ártico hasta las gélidas tierras del Fin del Mundo, presentan una cosmovisión común. Los principales símbolos y valores humanos que estos representan son compartidos.

El estudio comparativo y ecléctico de las culturas clásicas permite recuperar y mantener estos valores que, de alguna manera, dan identidad a los pueblos. Y, por cierto, estos valores, son representados en los símbolos y los mitos. Cuando unificamos y miramos desde lejos el rompecabezas cultural, comienza a mostrar una forma comprensible, nos muestra la historia de la humanidad, la esencia humana más allá de las formas y las épocas.

Quetzalcóatl en su templo homónimo de Teotihuacán

Sobre Quetzalcóatl, en las múltiples facetas que adquiere el personaje, existen numerosos mitos, leyendas y registros. En esta oportunidad se presenta una síntesis de las numerosas versiones. El mito muestra dos etapas: primero la creación de la humanidad y luego el gobierno de este personaje:

Creación de la humanidad

Antes de la creación del Quinto Sol (la actual era en la que vivimos según las tradiciones aztecas, que puede llerlo en el siguiente artículo: «El rol de Quetzalcóatl en la mitología azteca») los seres humanos habían muerto, salvo casos particulares que se convirtieron en otros animales como peces otros en aves, la humanidad había desaparecido. Los cuatro dioses hermanos[1] vieron que faltaba algo, un eslabón de la cadena cósmica que viviera el mundo conscientemente y sirviera de unión entre los dioses no manifestados y el mundo tangible. Ninguno de los cuatro quería asumir la responsabilidad, hasta que Quetzalcóatl toma la posta.

Para cumplir el prometido de crear la nueva humanidad, la “Serpiente Emplumada” desciende al inframundo o Mictlán y debe atravesar duras pruebas. En un primer momento vence a un cocodrilo y esta victoria lo lleva a las profundidades del inframundo, para luego enfrentarse a una gran serpiente. Superado este desafío, atraviesa altas montañas y un extenso desierto.

Habiendo atravesado esta zona de soledades, llega a un lugar donde será atacado por monstruos que devoran corazones; pero confundiendo el corazón de Quetzalcóatl con una piedra de jade (por su pureza y brillo) los monstruos no lo atacan y el dios los deja atrás.

A continuación, se verá en un frío terreno de fuertes tormentas de viento y hielo donde las almas cuyos corazones no tienen peso, son arrastradas. También atraviesa esta dificultad, pues su corazón estaba completo de voluntad divina y no podía ser arrebatado por los vientos. También será “purificado” de todos los agregados que no son propios de la naturaleza divina del alma pues será sometido a tempestades de cuchillos de obsidiana que arrancan aquello que solo es materia.

Finalmente llega ante Mictlantecuhtli, Señor del Inframundo y semejante al Hades griego. Quetzalcóatl le solicita los huesos de las humanidades pasadas para crear una nueva. El señor del inframundo le pide, como costo de la petición, que con una caracola toque música (escena muy similar al mito de Orfeo y Eurídice). Ayudado por gusanos que perforan la caracola, logra atravesar la prueba y le son entregados los huesos.

Mictlantecuhtli, Señor del Inframundo

Relajado por la tarea completada emprende el regreso al mundo superficial. Cuando parece que la trama está resuelta, Mictlantecuhtli pone una nueva trampa y Quetzalcóatl cae en un pozo sin fin, llegando a los lugares mas hondos y recónditos del inframundo. Pero nuestro dios no puede morir y entonces renace, saliendo a la superficie con los huesos, aunque algunos fueron fragmentados. Una vez de nuevo en la Tierra los tritura y con su propia sangre crea una pasta con la cual moldea la nueva humanidad.

Una vez viva la Quinta Humanidad, Quetzalcóatl hablando con Huitzilopochtli, su hermano, se dan cuenta que los nuevos seres humanos están vivos, pero no conocen a los dioses, no saben para qué viven y más se parecen animales que humanos, ya que solo los guían sus pasiones y sus deseos. Ante esta nueva dificultad, Quetzalcóatl sacrifica su divinidad y desciende como un ser humano[2] para enseñarles; aun sabiendo que esta acción enojaría a sus hermanos, incluido Tezcatlipoca.

El gobernador de oro

Quetzalcóatl se encarnó en un hombre y allí tomó el poder de la ciudad de Tula mostrando sus grandes poderes para gobernar. Les enseñó las artes civilizatorias como el cultivo, las ciencias de los astros, la medicina, entre otras. Entre sus obras principales eliminó los sacrificios humanos que los pueblos realizaban en honor a Tezcatlipoca y esto enfureció al dios negro. Es interesante destacar que la visión de Quetzalcóatl era que el ser humano debe desarrollarse a sí mismo con “autosacrificios”, matando interiormente los defectos, puliéndose y mejorándose; no matando a sus hermanos.

Así Quetzalcóatl es conocido como el mítico rey de Tula, que en una legendaria Edad de Oro gobernaba con justicia a sus súbditos desde el interior de su palacio templo con columnas de serpiente. “Nunca se le veía en público, sino que vivía en silencio en las sombras de su templo”.

Ruinas de la ciudad de Tula (a veces asociada a la Tula en que gobernó Quetzalcóatl)

Tezcatlipoca tomó revancha convirtiéndose en un anciano que llegó hasta el gobernante dorado ofreciéndole pulque (bebida alcohólica). Esto embriagó a la serpiente emplumada, quien nunca había bebido alcohol y bajo los efectos de la embriaguez, se miró en un espejo[3] enamorándose de sí mismo. Luego sintió deseos sexuales y yació con una de sus sacerdotisas rompiendo todo tipo de abstinencias que envolvían al gobernante. Con un espejo de doble faz, le hechizó. Le hizo ver en este espejo mágico su reflejo material o su doble femenino (Quetzalpétatl, la mariposa de plumas multicolor), identificada como una de sus sacerdotisas. De ella se enamoró y mantuvo relaciones sexuales después de embriagarse.

Tezcatlipoca Negro, el «Espejo humeante»

Quetzalcóatl amaneció al otro día tan avergonzado que se sintió indigno de seguir gobernando y se retiró. Así perdió su inocencia, peregrinó superando una serie de pruebas purificatorias y llegó hasta la orilla del mar donde armó su propia hoguera y se prendió fuego a él mismo. Su corazón se elevó hacia el cielo y se convirtió en Venus[4], “el precioso gemelo de la Tierra”.

Venus, en su tránsito celeste, desciende durante la noche y reaparece como estrella de la mañana, por lo que recuerda el viaje de Quetzalcóatl. Ambos renacen continuamente como la serpiente que continuamente cambia de piel. Venus es entonces la serpiente emplumada en pleno vuelo, que guía al Sol en su recorrido. Venus es el astro que anuncia el nuevo amanecer en la Tierra y Quetzalcóatl es el símbolo que anuncia el nuevo amanecer de la humanidad.

Venus y la Luna al amanecer

Comentarios finales

Este héroe-dios nos habla del sendero por el que el ser humano, despojándose de todas las impurezas materiales que se le han agregado, vuelve a recuperar su sabiduría primera y luminosa. El fuego actúa aquí como elemento purificador, así como quema la leña seca que ya no tiene vitalidad y la convierte en luz y calor; quema todo aquello que debe convertirse en ceniza y reciclarse con la tierra, liberando lo sutil que se encuentra en el interior.

Así la humanidad se queda sin Quetzalcóatl, quien engañado por su hermano vuelve a su origen celeste. Pero, similar al relato del Rey Arturo, donde se espera nuevamente la llegada del áureo gobierno, Quetzalcóatl es esperado por los seres humanos, con la esperanza de recibir nuevamente un gobernante que encarne los valores humanos atemporales del bien, la bondad, la verdad y la justicia. Este hecho se recuerda durante los equinoccios en Chichen Itzá, donde se ve el descenso de la serpiente en los juegos entre la luz y la sombra del sol del otoño y la primavera en los escalones de la pirámide.

El descenso de Quetzalcóatl en Chichén Itzá

Para los aztecas la vida no es solo el movimiento biológico del cuerpo, sino el movimiento consciente del alma en su camino hacia el Sol. El supremo ideal de mujeres y hombres aztecas era el de ser “dueños de un rostro, dueños de un corazón”; de alguna manera, tener una identidad clara y vivirla. Así Quetzalcóatl renacería en el interior de cada uno, para llegar nuevamente al interior de las sociedades y vivir en armonía con el mundo.

Franco P. Soffietti

Referencias:

1 – “La filosofía del pueblo del Sol”: https://biblioteca.acropolis.org/la-filosofia-del-pueblo-del-sol/

2 – “Mitología azteca” de Luis Guzmán-Roca, editorial Gradifco (2004).


[1] Estos eran: Quetzalcóatl, Tezcatlipoca Negro, Huitzilopochtli y Xipe Totec.

[2] Se lo identificó con al menos un personaje histórico, a saber: Ce Ácatl Topiltzin, rey de Tula, quien, según el Memorial Breve de Colhuacan y la Historia de los Mexicanos por sus Pinturas, vivió entre los años 999 y 1051 de la era cristiana.

[3] Tezcatlipoca es conocido como el “espejo humeante” ya que en una clave psicológica es aquello que confunde: los espejos solo muestran un reflejo de lo que las cosas son y el humo confunde.

[4] Es interesante destacar que muchas tradiciones antiguas, incluidas las panamericanas, mencionan que el origen de la sabiduría proviene del hermano planeta de Venus. Desde allí serpientes habrían llegado a la tierra a enseñar a la humanidad.

3 comentarios en “El mito de Quetzalcóatl

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