Las Calmécac aztecas: escuelas para la vida

¿Qué era la filosofía para los aztecas?

La filosofía tal vez acompañe a la humanidad desde tiempos remotos y sea la disciplina que haya convertido al ser humano en ser humano, ya que mujeres y hombres nos hemos hecho preguntas esenciales desde tiempos muy lejanos y es el fin de la filosofía buscar las respuestas. Los aztecas, pueblo forjado en gran parte de los territorios que hoy conocemos como México, en Centroamérica, no fueron la excepción.

Para este pueblo americano, la filosofía hacía referencia a “buscar la raíz” («Etimología: Filosofía y verdad en náhuatl»). En idioma náhuatl las palabras “verdad” y “raíz” estaban estrechamente relacionadas. La filosofía consistía en profundizar en los misterios de la vida, en la naturaleza, en sus leyes y fenómenos, de manera tal que nos permitiera acercarnos y unificarnos a la raíz del árbol de la vida. Filosofar para ellos era el proceso de explorar un mundo profundo e invisible, de acercarse al principio y al comienzo de las cosas. Si el árbol simbolizaba la vida, la filosofía consistía en buscar el núcleo invisible y eterno que da vida a la existencia, el conocimiento que alimenta al alma.

¿Cómo realizaban esta búsqueda?

Las escuelas Calmécac eran escuelas de filosofía, verdaderos centros de formación del carácter. En estas instituciones los niños, que entraban desde pequeños, recibían una formación que duraba gran parte de su vida, donde aprendían a conocerse a sí mismos, a forjar la personalidad, conocían las leyes del cosmos y a guiar a las sociedades a sus mejores versiones. Podríamos ver que las Calmécac eran como nuestras actuales universidades, solo que su objetivo se centraba en conocer la esencia humana, comprender el ser para aprender a existir.

Formar el carácter era despertar la coherencia y convertirse en in-dividuos, en personas éticas y no fragmentadas cuyos pensamientos, emociones y acciones fueran de la mano de los valores propios de su cultura.

Mediante el estudio en estas universidades de vida se descubrían las habilidades propias, los defectos, inseguridades y a tomar las riendas de la personalidad, como si fuera un carro tirado por caballos, para dirigirse a uno mismo. Por este motivo las Calmécac también eran escuelas de formación de gobernantes: los futuros gobernantes iban a ser aquellos que mejor se gobernaran a sí mismos.

Eran casas de pedagogía donde se intentaba que las personas lograran educir (sacar hacia afuera) lo mejor de cada uno. Buscaban la mejor versión de uno mismo mediante una mejora continua y fundamentalmente a través de la práctica. La educación era vista como la acción de sacar desde adentro lo esencial y que esto se manifestara y estuviera al servicio del ser y de la sociedad.

¿Cómo se lograba esta formación?

La educación era integral y abarcaba las distintas esferas del ser humano y de la naturaleza. Por su sofisticación, su complejidad, por la forma de organizarse y las disciplinas que se dictaban, estos centros llamaron la atención de los españoles al llegar a tierras americanas.

La formación incluía el fortalecimiento físico en gimnasios, luchas y guerras. En este pueblo la guerra tenía un rol fundamental; no la guerra contra los demás, sino la guerra interior, contra uno mismo. Inspirados en Huitzilopochtli, dios de la Guerra Florida, se enfrentaban a los defectos personales para que floreciera el alma.

Semejante a las recomendaciones platónicas en La República de formar a través de la música y la gimnasia, en el Calmécac se enseñaba canto, pues las enseñanzas eran cantadas.

También era muy importante la danza; ya que estás, en su origen, eran rituales que buscaban imitar el movimiento de la naturaleza: de los astros, del viento y las formas dinámicas de la naturaleza en general.

De los más virtuosos surgían los gobernantes y a estos se les enseñaba historia y mitología. Ya que, sin conocer el pasado es imposible saber hacia dónde dirigirse en el futuro. La mitología, por su parte, consistía en conocer la raíz simbólica e ideal de una cultura. En la mitología se puede ver claramente la identidad de un pueblo. Los mitos unificaban fuertemente a los pueblos, dándoles un sentido fraterno, profundo y natural.

Entre los mitos más conocidos se encontraba el de Quetzalcóatl («El mito de Quetzalcóatl»): dios creador, gobernante de los tiempos de oro y héroe. La “serpiente emplumada” era el símbolo de aquel que había logrado superar a la materia (simbolizada por la serpiente) y que surgieran alas de su interior (que representaban el espíritu). Las aventuras, pruebas y luchas de este gran personaje simbólico iban a ser la inspiración de todos los nobles aztecas. Esta figura mitológica les daba la idea que ellos luego encarnaban en la vida cotidiana.

También aprendían astrología, medicina, arte, poesía («Poesía náhuatl»).

Elemento decorativo del techo del Calmécac, en forma de corte longitudinal de caracol marino.

En las Calmécac existían cuatro niveles o cuatro grados. Los primeros eran los guerreros humanos, que aprendían a forjar lo más básico de la personalidad. En un siguiente nivel encontramos los guerreros jaguares, cuyas pruebas estaban relacionadas con el mundo psíquico[1]. Luego estaban los guerreros serpientes, que, por penetrar en la sabiduría oculta en la materia, se habían acercado a la verdad. Cuando esta sabiduría podía ser llevada a la práctica, la serpiente se transmutaba, le salían alas y se convertían en guerreros águilas; aquellos cuya conciencia volaba más cerca del sol. Eran guerreros con el Quinto Sol («El rol de Quetzalcóatl en la mitología azteca», «Tres aspectos fundamentales para entender las civilizaciones americanas») despierto en su corazón.

La imagen con que se coronaba la entrada de las Calmécacs es un espiral conformado por un caracol de mar cortado longitudinalmente. El caracol era símbolo del cero, del ser y el existir unificados, del todo y la nada. El caracol era la espiral de la evolución, que se adentra cíclicamente hacia el centro. Las Calmécac eran centros de evolución humana, pues conocer lo atemporal, es acercarse a lo eterno.

El valor de la palabra

En el Calmécac la herramienta principal de enseñanza y educación era la palabra. Es interesante ver cómo en diferentes representaciones, puede observarse al diálogo y la comunicación. La voz y lo que se decía tenían una forma particular, tenía color. La palabra no era solo el resultado del aire que atraviesa las cuerdas vocales haciéndolas vibrar, la palabra era una especie de envase, que contenedor de una idea; por lo tanto, eran vistas como símbolos en sí mismas.

Representación de la educación azteca y las palabras

Las enseñanzas de los instructores a los discípulos pueden verse como flores saliendo de la boca del maestro. La flor era símbolo del alma que había despertado a través de la lucha y, a la vez, proporciona el alimento de nuevo colibríes o nuevas almas que buscan el regreso hacia el sol («La polinización y la transmisión de la sabiduría»).

De esta manera se proporcionaba una continuidad en la cadena maestro-discípulo a través del tiempo y los valores humanos, la fraternidad, la búsqueda y el desarrollo personal podía mantenerse vivo.

Equipo editorial de RevistAcrópolis


[1] El jaguar simbolizaba al sol en su paso por la noche; durante el momento oscuro del día en que el Sol está ausente, se presenta el jaguar. El jaguar como símbolo tenía aspectos nocturnos y psíquicos.

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