“La geometría es una música inmóvil” – Goethe
“La Filosofía es una música que se hace con el alma” – Platón
Según el gran filósofo Platón, las Musas nos dieron el arte de la armonía y el ritmo, no solo para el placer, si no también como un aliado de nuestra alma a la que ayudan a “afinarse” y corregir en nuestra tendencia al defecto de medida (Timeo).
Esta idea sería suficiente para incorporar la música a la educación como factor importante tal como lo hicieran los griegos.
En la historia de la música no son ajenas las Matemáticas y la Geometría; desde el extremo Oriente hasta la escuela pitagórica se mantuvo esa relación Arte-Ciencia. Los rigurosos estudios de las proporciones matemáticas y sus aplicaciones a la música nunca han podido, con razón, ser tildados de acientíficos.

En el sistema clásico de estudios superiores que heredó la Edad Media, llamado el “quadrivium”, vemos que la geometría estudia el orden espacial en las relaciones entre las formas, la aritmética y la astronomía, el orden temporal a través de los movimientos cíclicos y, por fin, la armonía musical.
Las leyes de las armonías simples eran consideradas leyes universales que definían los movimientos y el orden de todas las cosas. No obstante, esta combinación fue paulatinamente dejando de lado un tercer elemento que siempre revistió gran importancia: la mística.
Nuestro actual concepto de Arte vive en un mundo donde se ha perdido la dimensión de totalidad y filosófica en la cual, Arte, Ciencia, y Mística se aúnan conformando un conocimiento unitario y profundo de la realidad.
En la antigüedad, arte y ciencia nunca estuvieron desgajados de su trascendencia mística, lo que permitía conectar al hombre con la Sabiduría del Universo y de sí mismo. El paso de los siglos fue ridiculizando las ideas pitagóricas sobre los números o los profundos conocimientos que los chinos atesoraron durante edades respecto a las relaciones místicas de la música, los colores y los números.

Es cierto que, actualmente podemos asistir a los comienzos de una reconciliación, no solo con la sabiduría del pasado sino a la de las diferentes ciencias, artes y filosofías entre sí. Por ejemplo, existe en el campo de la ciencia una tendencia general a abandonar el estudio de la naturaleza desde el punto de la sustancia, es decir “partículas” o “cuantos”, a favor del concepto de estructuras geométricas generadas por ondas.
Sabemos por la física moderna que, desde la gravedad hasta el electromagnetismo, pasando por la luz, el calor e incluso lo que creemos ser materia sólida, está compuesto por vibraciones percibidas como fenómenos de ondas.
Todo cuerpo vivo vibra físicamente y toda la materia elemental e inanimada vibra molecular o atómicamente y todo cuerpo vibrante emite un sonido. De acuerdo con esto último, el estudio del sonido, tal y como lo intuyeron los antiguos, proporciona una clave para la comprensión del Universo.

Alain Daniélon señala: “desde los átomos al Universo, cada uno de los movimientos cósmicos posee un tiempo, un ritmo, una periodicidad y puede compararse entonces a la vibración y por tanto a un sonido que expresa su naturaleza… Todos los átomos pueden considerarse así, como una forma de energía que se expresa en un ritmo, y todas las sustancias están caracterizadas por una relación particular de ritmos, que se pueden representar mediante una relación de sonidos…” (Traité de musicologie comparée. París 1959).
“Todo vibra” dice el Kybalión.

La Ciencia contemporánea está verificando la antigua tradición cosmogónica de una creación que vibra mediante la palabra creadora o sonido cósmico. Los experimentos de Hans Jenny (Cymatic I y II, Basilea 1974), han mostrado que las frecuencias de sonido tienden a ordenar las partículas sueltas en suspensión según esquemas formales ordenados. Es decir, el sonido es una energía que organiza la materia densa según esquemas formales y geométricos.
Según palabras del Prof. Amstutz del Instituto de Mineralogía de la Universidad de Heidelberg: “Las ondas entrelazadas de la materia están espaciadas a intervalos que corresponden a los calados de un arpa o de una guitarra, con secuencias análogas de armónicos a partir de cada tono fundamental. La ciencia de la armonía musical es, según estos términos, prácticamente idéntica a la ciencia de la simetría de los cristales.”
Tal vez podamos ahora tener mejor compresión de “la Música de las Esferas” o de las palabras del evangelista: “Y en el principio era el Verbo y el verbo se hizo carne…” Pues “verbo” es palabra de acción semejante al concepto griego “Logos”.
Es frecuente encontrar en las tradiciones religiosas “la palabra” en el comienzo de la Creación, además de la idea de la necesidad de nombrar las cosas para que vengan a la existencia:
“Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado,
no había sido llamada con un nombre abajo la tierra firme,
nada más había que Apsú primordial, su progenitor.
………………………………
Cuando ningún dios había recibido la existencia,
no llamados por un nombre, indeterminados sus destinos,
………………………………
(Enuma Elish, poema mesopotámico de la Creación)
“Numerosos son los que llegaron a existir que proceden de mi boca…”, dice un texto egipcio.
Para el hinduismo, el punto único del que todo precede es una idea de “semilla-sonido”. Lo divino, trasformándose en vibración sonora hace proliferar el Universo expandiéndose hacia fuera desde el centro.

La ciencia reafirma que las estrellas y galaxias visibles son configuraciones de explosiones en espiral, improntas residuales de ondas de choque estacionarias, provocadas por la atronadora voz del Universo.
Sir Jhon Woodroffe, basándose en sus traducciones de textos hindúes, dice:
“El nombre natural de un ser es el sonido producido por la acción concordante de las fuerzas móviles que lo constituyen. Por eso suele decirse que aquel que pronuncia mental o físicamente el nombre natural de un ser, da la vida al ser que lleva ese nombre.”
Estas palabras encierran un muy antiguo y puro conocimiento mágico sobre el poder del sonido que fue ampliamente utilizado con fines religiosos, medicinales y operativos, siendo la base de oraciones, “mantras” y fórmulas mágicas”. Obviamente requerían un profundo conocimiento de las leyes naturales del número y la armonía.
Entonces, de las más antiguas tradiciones se extrae la idea del sonido armónico como creador o dador de vida; así como, de la misma manera, podemos deducir que las desarmonías son destructivas y productoras de muerte. Así, cada ser manifestado era la cristalización de una música; tenía su propia melodía y ritmo. Cada especie, cada familia tenía su propia tónica que se correspondía con lo más cercano a su esencia, pues es lo que le había dado vida.
La misma salud era considerada como una armonía dinámica y la enfermedad como desarmonía. Un “sonido” parásito entorpecería la actuación de los tonos vitales, debilitándolos y produciendo también enfermedad. Si había sonidos que podían dar vida, estos mismos podían curar o vitalizar.

También los sentidos sensoriales responden a unas determinadas vibraciones. Por ejemplo, nuestro sentido de la vista difiere del sentido del tacto sólo porque los nervios de la retina no están sintonizados en la misma frecuencia que los nervios que se encuentran en la piel. Si se correspondiesen con las mismas frecuencias apreciaríamos los objetos a través del tacto de forma luminosa. Así pues, el contenido de nuestra experiencia procede de una arquitectura geométrica que está compuesta de ondas armónicas de energía que brotan del reino de la proporción.
Si la armonía produce vida en lo físico, en lo formal se expresa como belleza, en lo moral como virtud y en lo social como justicia y fraternidad. De manera que una cosa bella y buena es como una hermosa melodía que canta la Vida y la materia le responde engendrando una forma también hermosa. La armonía social es como una gran sinfonía donde muchos sonidos y timbres diferentes se acompasan en una canción polifónica.
Victoria Calle
Referencias:
[1] – Tebas de J.A. Livraga
[2] – Tratado de teoría de la Música
[3] – El Genio de China de Robert K.G. Temple
[4] – Geometría Sagrada de Robert Lawlor
[5] – Timeo de Platón
[6] – Dios y la nueva física de P. Davis
[7] – Enuma-Elish