Un antiguo héroe llamado Gilgamesh

Enkidu y Gilgamesh, representación moderna de Neil Dalrymple

Si investigamos y reflexionamos solo un poco sobre los mitos, nos daremos cuenta fácilmente, que estos siempre han existido y han sido parte de la base o raíz de todos los pueblos o civilizaciones que habitaron nuestro planeta. Los mitos son parte de la riqueza cultural que dejamos en este mundo. Ya desde la antigüedad se les daba a los mitos una importancia trascendental para encontrar las pautas y ejemplos para vivir la vida, eran un relato con el cual se pueden descubrir los grandes misterios de la naturaleza, el misterio de conocerse a uno mismo y encontrar el camino para relacionarnos con los demás y con nuestro medio. En pocas palabras, una guía para el descubrimiento del sentido de nuestra propia existencia.

Joseph Campbell (N.York 1904 – Honolulu 1987), fue profesor de mitología y religiones comparadas, uno de los que creían que existe “un punto de sabiduría, más allá de los conflictos de ilusiones y verdades, con el que las vidas pueden volver a unirse”.  Encontrar este punto significaría realizar la gran unión. Joseph Campbell creía que ésa era “la cuestión fundamental de nuestro tiempo” y consideraba los mitos como nuestros aliados decisivos en la búsqueda de respuestas.

Decía que no se trataba de  cuentos para contarlos junto a una fogata, sino de poderosas guías para el espíritu humano. Mostraba que los relatos mitológicos de todo el mundo, a pesar de parecer muy diferentes, en realidad eran todos iguales. Su verdad universal era siempre la misma, solo que se contaba en diferentes tiempos históricos y de diferentes maneras (Daliborka Kikovic, 2014).

La Epopeya de Gilgamesh es considerada una de las obras épicas más antiguas conocidas. La joya de la cultura mesopotámica, que quedó resguardada en las tablillas de arcilla con escritura cuneiforme, con más de 4.000 años de antigüedad, datadas en diferentes periodos y escritas en varios idiomas  como sumerio y acadio.

Un aspecto interesante de esta obra es que no se encuentra completa ya que son pocas las tablillas que se han encontrado, principalmente en yacimientos arqueológicos en el territorio de lo que hoy es Irak. Por lo que existe una variedad de versiones, no solo por ser una obra maestra que siempre será objeto de nuevas interpretaciones, sino que también continuamente se van descifrando y descubriendo nuevas tablillas, que aclaran los grandes baches existentes en esta historia. De modo que es una obra que se va completando poco a poco con los avances, develándonos nuevos misterios con el transcurrir del tiempo.

Así nos llegó esta Epopeya de Gilgamesh, el héroe que «vio en lo profundo». Hijo de diosa y hombre, tenaz buscador de la inmortalidad tras llorar la muerte de su más que amigo Enkidu, hijo absoluto de la Tierra. La epopeya nos revela un perdido mundo arcaico donde los hombres conviven con los dioses y los sueños inspiran las conductas. Entre inusuales personajes aparece la prostituta que guía y aconseja, así como la diosa lujuriosa ofreciéndose al héroe. Pero también encuentra el lector actual, actitudes de todos los tiempos así como símbolos y mitos familiares para nosotros, como los difundidos por los textos bíblicos: el árbol del fruto prohibido, el diluvio universal con otro «Noé» salvado en su arca, o los cedros del Líbano admirados por Salomón; todo engarzado en múltiples aventuras y en pasajes deleitosos, como las descripciones del jardín de las joyas o de las armas bien labradas (Sampedro, 2004).

Como dijo el ya fallecido Thorkild Jacobsen, sobre la Epopeya de Gilgamesh: “historia de aprendizaje para hacer frente a la realidad, una historia de «iniciación»”.

Esta es la historia en donde el héroe se hace sabio y ese es su proceso de iniciación. Se hace sabio por las experiencias que vive y le demuestran cual es su lugar en el esquema de las cosas, lugar que no es casual, sino determinado por los dioses. En este aspecto el descubrir su lugar y rol en la vida lo transforma en alguien extremadamente sabio.

Gilgamesh simboliza al rey que debe recorrer su camino de experiencias (iniciación), para alcanzar la sabiduría y transmitir esa sabiduría a su reino. Cumpliendo el rol de nexo entre los dioses y los humanos, transmitiendo las enseñanzas de lo divino a los humanos e instaurando nuevamente entre los hombres las leyes divinas.

Este camino a transitar, se lo podría tomar como el camino de cada uno de nosotros al comenzar a conocernos a nosotros mismos, al ir acercándonos poco a poco a la sabiduría y misterios que existen en nuestra propia esencia. Camino en que nos topamos con innumerables pruebas que sortear, virtudes que desarrollar y enseñanzas que aprender.

Pero claramente la Epopeya de Gilgamesh nos muestra que este camino no es solo de ida. Es un camino de ida y vuelta, es justamente el retorno del rey que había perdido su trono. El caminante, o iniciado debe cumplir su rol más importante, el rol “político”, el de transmitir y aplicar lo aprendido, el de plasmar la voluntad de los dioses, el de devolver la justicia en la tierra.

Por ello el simbolismo de semidioses de los héroes, estos son la “mano” de los dioses en la tierra. Y si decimos que cada uno puede recorrer su camino heroico en su nivel, podríamos decir que los hombres somos la “herramienta” por la cual los dioses se expresan en la tierra.

La Epopeya nos invita a que tratemos de tomar nuestra vida como una aventura heroica dentro de nuestras posibilidades, para conocernos a nosotros mismos, desarrollar nuestras virtudes y pasar las pruebas necesarias. Sin olvidar algo muy importante, nuestro rol “político” de hacerlo por amor a los demás y para compartir lo aprendido con los demás, después de todo, todos somos uno y al uno volveremos.

Mariano Suárez

Un comentario en “Un antiguo héroe llamado Gilgamesh

  1. Pingback: Un breve resumen sobre la Epopeya de Gilgamesh – RevistAcrópolis

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