“Un hombre perfecto quiere mantenerse firme él mismo, y afirma a los otros; desea comprender él mismo sus deberes, e instruye a los otros. La virtud perfecta consiste, no en socorrer a todos los hombres sin excepción, lo que es imposible, sino en juzgar a los otros como a uno mismo, y tratarlos como uno mismo desea ser tratado”.
Analectas, libro 3, capítulo 2.28

La forma en que Confucio llega a este mundo no está exenta de una versión mítica. Esto nos hace pensar que muchos personajes que han dejado tras de sí legados tan importantes como el del maestro Kong, parecen estar envueltos en uno o más hechos misteriosos y cargados de simbolismo en alguna parte de su vida (¿Quién fue Confucio?, El nacimiento mítico de Confucio).
El padre de Confucio, Shu-liang He, decía provenir de una casta de sabios. Rastreando su árbol genealógico, encontramos que la familia de Confucio por parte paterna desciende del mismo Emperador Amarillo (Considerado el fundador de China y personaje al cual también se le adjudican un nacimiento y anécdotas míticos). Del primer matrimonio de Shu-liang He nacieron solo hijas mujeres. Ya a los 70 años aproximadamente, contrae matrimonio con una joven de 15 años del clan Yen llamada Yan Zhengzai.
Yan Zhengzai admiraba a su esposo y anhelaba tener un hijo varón, ya que consideraba que si Shu-liang He era descendiente de sabios, su hijo heredaría esa sabiduría de sus ancestros. Pero por la edad de su esposo temía que ese hijo nunca llegara. Por ello decidió ir hasta el templo del monte Ni-Kieu a rezar para que se le concediera tener un hijo varón. Se dice que, mientras se dirigía al templo, los árboles y la vegetación se inclinaban en reverencia ante su paso. Luego, por la noche, Madre Yan tuvo un sueño muy extraño donde el Señor Negro (divinidad de las aguas) le indicaba que traería al mundo un hijo varón muy sabio. Nueve meses después volvió a tener sueños inquietantes, pero esta vez en la ensoñación aparecían cinco ancianos (según Yan Zhengzai eran la representación humana de los cinco planetas más importantes del cielo) que tiraban de las riendas de un animal mitológico (K’i-lin) parecido a una vaca, pero con el cuerpo cubierto de escamas y que también tenía un solo cuerno sobre su cabeza. Esta criatura mitológica vomitó entonces un libro cubierto de piedras preciosas en el cual se leía: “Un niño, formado por las partes más sutiles del agua, sostendrá el Imperio inquebrantable de los Tcheu, y será rey sin reino”.
La madre de Confucio ató un cordón al cuerno del animal para corresponder este gran regalo que había recibido y el unicornio desapareció. Al llegar el momento cercano al parto Yan Zhengzai partió hacia las montañas del sur para encontrar un lugar donde dar a luz sola, ya que no quería que nadie la escoltase. De todas formas, dos dragones montaron vigilancia a derecha y a izquierda de la colina, una pareja de espíritus femeninos roció el interior de la gruta con perfumes y brotó una fuente de agua en el suelo. Su parto fue sencillo y sin dolor, se dice que Madre Yan ni siquiera sangró o tuvo que cortar el cordón. Después de haber aseado al pequeño, escuchó una música celestial y una voz que anunciaba: “¡Mujer, supiste conmover de tal manera al cielo, que se te ha concedido el nacimiento de un hijo perfectamente sabio!”.

Otras versiones cuentan que la madre de Confucio perdió tanta sangre durante el nacimiento de su hijo que el pasto en ese lugar quedó teñido de rojo para siempre. Muchas otras cosas se comentaban de Confucio cuando era bebé. Más allá de los misterios que rodeaban su nacimiento, se decía que tenía siete fealdades en su cabeza: orejas grandes, nariz ancha, cejas caídas, ojos saltones, labio torcido y frente grande y con una abolladura en la parte superior. Algunas historias cuentan que Confucio pudo comer solo desde el día que nació y, al no alcanzarle con la leche materna, un tigre entro por las noches a su habitación de bebé donde él se encontraba llorando de hambre para alimentarlo.

Si bien todas estas narraciones son historias y fábulas, complementan en generar de la figura de Confucio un símbolo mucho más grande que un simple hombre que vivió y murió en China aproximadamente cinco siglos antes de nuestra era. Sus enseñanzas, sumadas a todo este bagaje mitológico que lo envuelve, nos permiten entender un poco más sobre la imagen que este gran maestro logró estampar no sólo en la cultura china, donde sus enseñanzas se llegaron a transformar incluso en un culto oficial, sino en todo el mundo.
Lucía Appugliese
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