Kung Fu Tsé, el maestro Kong o también conocido como Confucio, fue el filósofo chino que estableció las bases morales para el desarrollo de un imperio milenario. En el siglo VI a. C., contemporáneo a Buda en India y a Pitágoras en Grecia, estableció una escuela de filosofía cuyas enseñanzas perduran hasta nuestros días. En este artículo revisaremos las ideas principales que legó a la humanidad (¿Quién fue Confucio?, El nacimiento mítico de Confucio).
Sobre las virtudes y cómo se obtienen
“El camino del Gran Estudio consiste en tres cosas, que son: hacer brillar en sí mismo las virtudes superiores que la Naturaleza pone en el alma de cada uno, renovar a los otros hombres, y fijarse como objetivo la más alta perfección”.
El Gran Estudio o Ta-Hio, libro I.
Para Confucio, el hombre al nacer recibe del Cielo cinco virtudes. Las cuales llegan puras y libres de oscuridad. Estas cinco virtudes son: la benevolencia, la justicia, el conocimiento de lo razonable, la prudencia y la sinceridad. Pero al estar el ser humano dentro de un cuerpo compuesto por elementos materiales y sujeto a las pasiones mundanas, las virtudes se oscurecen (Lao Tsé y Confucio: El yin y el yang de la filosofía china: Parte I y Parte II).
Pero no todo es desaliento, Confucio nos recuerda que la luz es propia de estas virtudes, está en su naturaleza y jamás se puede extinguir. Para esto es necesario que, aquel que se encamine hacia la sabiduría, utilice la luz que tenuemente se proyecta, casi velada por esas impurezas, para hacerla resplandecer. Pero no solo debe hacerlas resplandecer, sino que una vez logrado esto debe renovar a los otros hombres para que las virtudes brillen en ellos también.

El justo medio y las leyes más importantes
Confucio habla mucho sobre este tema en el libro llamado “El medio invariable” o Tchung-Jung. Ayudar al hombre a ver nuevamente esa luz de las virtudes es, literalmente, enseñarles, enseñar es hacer volver a los demás al camino, el camino es, básicamente, el cumplimiento de la ley natural que el cielo pone en el corazón de los hombres.
La ley general de todo es la armonía y el equilibrio. Cuando estas alcanzan su más alto grado, todo sobre la Tierra como en el Cielo está en su correcto lugar.
“El hombre virtuoso permanece en el medio invariable; el que no es virtuoso se desvía de él.” El medio invariable o Tchung-Jung, artículo II.
Hay dos tipos de sabios. Uno es el naturalmente perfecto, que recibió y conservó del Cielo todas las virtudes y sigue el camino, se mantiene derecho en el justo medio. Es el sabio por excelencia. El otro es el que se perfecciona a sí mismo, hace lo que es justo y bueno. Se apega, medita, distingue y ejecuta lo más que puede lo que es correcto.
El Cielo es también el autor de, entre otras, las leyes que regulan las relaciones sociales y son comunes a todos lo hombre. Son cinco, tres virtudes ayudan a observarlas y deben tener una cualidad en común. Las cinco leyes son: las que rigen las relaciones entre príncipe y súbdito, entre padre e hijo, entre marido y mujer, entre hermano mayor y hermano menor, entre los compañeros o amigos. Las tres virtudes necesarias son: prudencia, humanidad y fortaleza. La cualidad que deben tener en común es ser verdaderas y sinceras.

El príncipe ideal: el JUNZI
La palabra Junzi significa “hijo del señor”. En la época de Confucio se utilizaba para hacer referencia a un caballero de alguna clase social privilegiada. Pero fue el mismo Confucio quien reversionó el significado para que esta palabra pase a connotar algo mucho más profundo. El Junzi propuesto por el Maestro Kong pasó a utilizarse para denominar al príncipe de una verdadera elite: la moral y la ética. Este príncipe sería el ideal de Confucio, al que sus discípulos aspiraban: el caballero de la moral suprema.
Cuando nos acercamos a las palabras de Confucio vemos que va dando ejemplos a sus discípulos sobre cómo actuaría este príncipe:
- Intenciones Rectas: Si el príncipe dirige al pueblo con buenos ejemplos y hace reinar la unión ordenando las costumbres, el pueblo tiene vergüenza de hacer mal y se hace virtuoso.
- Gobernarse a sí mismo: Si un hombre sabe gobernarse a sí mismo ¿Qué dificultad tendrá en gobernar el Estado? Pero el que no sabe gobernarse a sí mismo ¿cómo podría gobernar a otros?
- Vergüenza: Se debe tener vergüenza de recibir un tratamiento de funcionario bajo un buen gobierno, si no se cumple servicio alguno, o de recibirlo, es decir, desempeñar un cargo, bajo un mal gobierno.
- Justicia: Si se devuelve bien por mal, ¿qué se devolverá por bien? Es suficiente responder a la injusticia con justicia y devolver bien por bien.
Cuando leemos a Confucio podemos ver que expone su doctrina de una manera muy pragmática. Intenta mostrar cómo cada orden de nuestra vida es, fractalmente, un espejo del otro. Plantea en reiteradas oportunidades que, si se quiere que algo cambie, debo comenzar por trabajar en el cambio en mí mismo, y gradualmente semejar esa búsqueda de la perfección hacia los demás aspectos de la vida. Por ejemplo en esta frase del libro El Gran Estudio o Ta-Hio:
“Siendo la voluntad perfecta, los sentimientos del corazón son ordenados. Siendo ordenados los sentimientos del corazón, todo hombre está exento de defectos. Después de haberse corregido a sí mismo, se establece el orden en la familia. Reinando el orden en la familia, el principado está bien gobernado. Estando bien gobernado el principado, pronto todo el impero goza de paz.”

El sabio
De una extensa, prolífica y constante manera, Confucio nos habla en los pasajes de sus tratados sobre la sabiduría y sobre cómo es el sabio:
Su conducta: El sabio es modesto en sus palabras, y hace más de lo que dice. Su conducta está siempre por encima de sus preceptos.
Tres virtudes: El sabio practica tres virtudes: como es perfecto, no se aflige por nada. Como es prudente, no cae en el error. Como es valeroso, no siente temor.
Esfuerzo: El sabio espera todo de sus propios esfuerzos; el hombre vulgar espera todo del favor de los otros.
Verdad: El sabio se adhiere fuertemente a la verdad y al deber, pero no se apega tercamente a sus ideas.
“Confucio dijo: El sabio presta una atención especial a nueve cosas: Se aplica a ver bien lo que mira, a oír bien lo que escucha. Tiene cuidado de mostrar un aire afable, de tener un porte irreprochable, de ser sincero en sus palabras, de ser diligente en sus acciones; en sus dudas, se cuida de interrogar; cuando está descontento, piensa en las consecuencias molestas de su cólera; frente a un bien que ha de obtener, consulta la justicia”.
Analectas o Lun-Yu, primera parte: Hia-Lun, libro 3, capítulo 2.10
Para finalizar
Se podría convenir que muchas de las enseñanzas de este Maestro son de inagotable vigencia para cualquier momento y tiempo. Su búsqueda y diseño de arquetipos del sabio, del gobernante ideal, de las virtudes, y más conceptos que podemos revisar en su obra, pueden ser aplicados hoy, como ayer y en el futuro. Son una fuente de definiciones que nos invitan a repensar nuestras nociones adquiridas y replantearnos cómo queremos ser en tanto individuos y sociedad.

Algunas frases atemporales del gran Maestro Confucio:
“La verdadera virtud no perfecciona solamente al hombre que la posee, sino que perfecciona también todas las cosas.”
“Si se considera las acciones de un hombre, si se observa los motivos que le hacen obrar, si se examina lo que constituye su dicha, ¿podrá él ocultar lo que es?”
“El sabio es como el viajero que, para ir lejos, parte del lugar más próximo de él; como un hombre que, queriendo escalar una alta montaña, empieza por la base.”
“El que se aplica seriamente a cultiva la virtud, se abstiene de hacer mal.”
“Lo que hace al hombre perfecto es la virtud de humanidad, sin la cual el hombre no es verdaderamente hombre.”
“Trabaja sin descaso en adquirir la sabiduría, como si tuvieras siempre que adquirirla; además teme perder lo que has adquirido: el que no progresa cada día, retrocede cada día.”
“Advierte a tus amigos con franqueza, y aconséjales con dulzura. Si no aprueban tus consejos, detente; no sea que te atraigas un agravio, perdiendo a tu amigo por tu importunidad.”
“No se apresure demasiado; no busque las pequeñas ventajas. Quien se apresura, no llega lejos; quien persigue las pequeñas ventajas, descuida las grades cosas”.
Lucía Appugliese
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