¿Cómo enseña Platón?
El Mundo de las Ideas es uno de los temas filosóficos más comentados; una concepción al día de hoy insuperable, desarrollada por el filósofo griego hace más de 2500 años. El filósofo ateniense no nos entregó su teoría analizada en un ensayo, tampoco fue presentada en una sola obra, sino que a lo largo de sus diálogos fue planteada a través del personaje de Sócrates.
El particular modo platónico de trasmitir sus teorías, el diálogo, es especialmente interesante y pedagógico ya que, no desarrolla sus ideas de modo de un trabajo escrito por un único y solitario autor, sino que pone en escena a su maestro Sócrates junto con otros interlocutores –de los cuales discretamente el mismo Platón se aparta- haciendo filosofía.

Platón nos muestra cómo se hace filosofía evidenciando las dificultades y los obstáculos que se deben superar, así como las discusiones “sin salidas” a las que pueden arribarse. Nos enseña filosofía vivificando el ejemplo del buscador de la verdad por excelencia; dando voz a Sócrates, nos trasporta a su lado. Nos muestra los efectos que se generan en todos los planos de experiencia cuando uno busca la sabiduría: junto a Sócrates nos entusiasmamos y nos frustramos, nos reímos y nos emocionamos. Llegamos a caminos dialécticos sin salida e iluminamos nuestra mente con las brillantes preguntas del genio socrático.
El mundo manifestado y el mundo de las ideas
“¿Qué es lo que es siempre y no se genera, y qué es lo se genera siempre y nunca es?”
Platón (Timeo, 27d)
La teoría de las ideas es una enseñanza que se desarrolla en diferentes diálogos platónicos. La podríamos sintetizar del siguiente modo: Platón presenta dos mundos opuestos por naturaleza e irreconciliables entre sí: el mundo arquetípico o inteligible y el mundo manifestado o sensible.No obstante, la relación entre ellos es de causa y efecto. Al primero se accede por medio de la inteligencia, mientras que el segundo se experimenta a través de los sentidos.

El mundo de los arquetipos contiene las causas de las cosas que se manifiestan en el mundo sensible. El filósofo ateniense comprende al mundo manifestado como irreal y engañoso sosteniendo que la multiplicidad de sus formas no es nada más que sombras. De modo que los sentidos no son confiables como medios del conocimiento. El ser humano despertando la filosofía supera la subjetividad engañosa de los sentidos y aprende a acceder al mundo de las ideas por medio de su inteligencia o nous.
Es importante aclarar que la inteligencia logóica o nous no es meramente especulación racional, tampoco un despliegue silogístico y estructurado. Es la profundización en espiral, desde afuera hacia adentro, que integra la intuición y el lenguaje simbólico como asombrosamente hace Sócrates cuando teje sus argumentos lógicos con los relatos alegóricos (Ver “El sentido del mito en Platón”).
¿Cómo acceder al mundo de las ideas por medio de logos o nous?
Mencionamos anteriormente que la relación entre el mundo de las ideas y el mundo de las cosas es una relación de causa y efecto. Efectivamente, Platón defiende que las ideas son eternas, inmutables, atemporales y simples; son la causa de la existencia de las cosas. Las cosas, en griego clásico πράγματα (prágmata) son el producto de la praxis: un proceso de concretización que se origina en la idea. Las cosas sensibles, por lo tanto, serían “copias” o imitaciones de estas formas inteligibles (ideas). Por ejemplo, la sombra de un árbol no es el árbol, pero surge de este y nos permite comprender alguna de sus características. Una relación análoga puede ser interpretada entre las ideas y las cosas.

La semejanza que hay entre las cosas y las ideas presenta una doble cara como señala el Dr. Zamora Calvo: “por una parte implica identidad y, por otra parte, diferencia”[1]. Esta semejanza, consecuencia de la mímesis (imitación) que lo produce, es lo que nos engaña; así como aquel que conoce un árbol lo diferencia de su sombra, aquel que se acerca a las ideas no las confunde con los objetos sensibles.
Por ejemplo, cuando uno se mira al espejo, reconoce que el reflejo es semejante al que está observando, sin embargo, yo no soy el reflejo. El reflejo existe y se genera porque existe un espejo, pero no es en sí mismo. Si el espejo se apartara, yo sigo siendo, pero el reflejo desaparece. El reflejo es la cosa que se genera pero no es, mientras que yo soy sin la necesidad del reflejo generado.
Son las ideas las que dan sentido a la existencia de las cosas y responden al para qué de su existir. Sin duda, el mundo manifestado para el filósofo ateniense es efímero, mutable, sujeto al continuo devenir y complejo. Sin embargo, tiene sentido y este se debe descubrir por medio del logos. La dialéctica, la ciencia del dia–logo (a través de logos o nous), es el modo que propone Platón para descubrir las ideas, que son la esencia oculta detrás de las múltiples formas manifestadas.
Platón denomina episteme al conocimiento que tiene como objetivo las formas inteligibles y, según él, es el único conocimiento que alcanza la verdad. En contraposición, la opinión (dóxa en griego) es un tipo de conocimiento inferior, ya que solo puede alcanzar lo verosímil, pues su objeto de conocimiento es el mundo de las cosas sensibles.

Lo que es y no se genera es el SER, y no se genera porque así, siendo eterno, estaría sujeto a la muerte. Por otro lado, aquello que se genera siempre y nunca es, lo encontramos en el mundo manifestado, lo alcanzamos por medio de los sentidos y su conocimiento es una mera opinión (doxa), que irá cambiando en la medida que cambie el objeto y/o el observador. En el mundo sensible las cosas se generan y se destruyen porque están sujetas a la ley de la periodicidad y sus ciclos.
Educar: conocer las ideas recordando
Es común pensar en el término idea como algo abstracto, indefinido y general. Eso es cierto pero a la vez erróneo. El término idea en griego significa literalmente: aquello que fue visto. Debemos tener presente la connotación que tenía para los griegos el verbo ver. Significaba algo más que mirar; significaba saber. Recordamos al lector a Atenea, la diosa de la sabiduría cuyo símbolo, la lechuza, es conocida por su capacidad de ver en la oscuridad y girar su cabeza 360 grados (Ver “Los ojos y las ideas platónicas”).
Así, la idea es lo visto y por ende lo sabido. Hay una parte del alma humana que conoce las ideas porque las ha visto y, como explica Platón, las ha olvidado. Por este motivo, conocer las ideas es en cierta manera recordarlas (Ver “La reminiscencia según Platón: la anamnesis como el camino del olvido al recuerdo”). Es en este preciso concepto que se basa la propuesta educativa socrática y platónica: educar es ayudar a recordar ya que todos poseemos el conocimiento, pero lo hemos olvidado (Ver «Etimología: Recordar»). Educar es educir lo que hay dentro de nosotros, esa parte que es de la misma naturaleza que las ideas y por eso ha podido conocerlas. Esa parte es eterna, atemporal e inmortal.

El mundo de las ideas es el verdadero mundo (Ver “Etimología: Verdad”), allí habitan los arquetipos y las ideas que son aquello que realmente es. Su poder es generador y genera encausando las cosas (prágmata) por medio de la praxis. Cada acción plasmada en el mundo sensible es efecto-reflejo de una idea.
En su teoría, Platón no comprende aquellas ideas abstractas, errantes en un plano teórico; no hay dentro de su cosmovisión ideas que no generen o encausen acciones. Del mismo modo, las cosas tampoco existen sin una idea, sin sentido; no hay existencias innecesarias y vacilantes. En la cosmoteoría platónica cada manifestación en la naturaleza tiene finalidad y sentido: tanto los seres como los sucesos. El filósofo es aquel que puede trascender las formas y una vez des-cubiertos sus múltiples velos, comprender la idea que les da sentido y justifica su existencia. Este proceso de desvelamiento es el proceso de la dialéctica: el diálogo con uno mismo educiendo la verdad desde el fondo de su ser.
María Kokolaki
[1] Zamora Calvo, J. M. (2010). Platón Timeo, edición bilingüe, notas y anexos de Luc Brisson. Madrid: Abada Editores.
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